Era un sabio tan anciano que nadie sabía cuál era su edad, ni siquiera él mismo. Un apacible y tibio atardecer, se sentó frente al mar y dejó que su mirada se perdiera en el anaranjado horizonte.
De pronto, escuchó unas pisadas no lejos de donde estaba. Al dirigir la vista al lugar del que procedía el rumor de las pisadas, pudo ver a un joven taciturno que pasaba una soga sobre la rama de un árbol y luego se envolvía el cuello con ella. Su intención de quitarse la vida era evidente, por lo que el anciano se incorporó tan rápido como le dejaba su decrépito cuerpo y corrió con esfuerzo hasta donde el joven pensaba realizar su macabro plan.
—Te ruego que no te quites la vida, amigo. La vida es muy valiosa.
—La vida no es nada —replicó el joven—. No veo ningún motivo para seguir viviendo.
—Tienes la eternidad por delante, amigo, así que al menos concédeme un par de minutos y escúchame con atención.
—Dime lo que quieras —dijo el joven con displicencia—. A donde voy ahora no les importará si llego dos minutos tarde.
—Entonces —dijo el anciano—, escúchame.
Ambos se sentaron en el suelo. Los apacibles ojos del anciano se posaron en los atormentados del joven. El sol había empezado a ocultarse. El sabio dijo:
—Te voy a pedir que imagines una cosa, querido amigo. Imagina una tortuga, una solo, en el inmenso océano. Esta tortuga saca la cabeza a la superficie, para respirar, solo una vez de cada millón de años. Imagina también una argolla flotando sobre las aguas del colosal océano. Pues te diré algo: tener una forma humana es más difícil que la posibilidad de que la tortuga introduzca la cabeza en la argolla cuando la saca cada millón de años. Obra como creas conveniente, pero vas a perder una ocasión única. Reflexiona unos instantes en ello y procede.
Los lugareños de la zona todavía comentan que aquel joven llegó a la ancianidad y se convirtió a su vez en un sabio.
Se te han entregado unos instrumentos vitales (cuerpo y mente) y te has encontrado sumido en este misterioso escenario que es la existencia. Pasarás unos años por él. Puedes hacer que el paso sea hermoso dependiendo de tus pensamientos, palabras y actos. El sentido de la vida deberás procurarlo tú mismo. Aprovecha la vida.
- Amanecer (III)
- El regalo de la vida
- La vida es bella a pesar de los pesares
- Sobre los milagros
- Solo tienes que vivir
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