En el libro “El día del relámpago” de Juan José Benítez, primero de los libros que constituirán el epílogo de la serie “Caballo de Troya”, se dice que, al igual que los humanos somos habitados por El “Padre Azul” (Dios), la materia está habitada por el Espíritu de la Verdad (otro Dios) que también se fragmenta, desciende y habita cada gramo de lo que vemos y de lo que no vemos.
Ese Dios, el Espíritu de la Verdad, al habitar las cosas y la naturaleza, está al corriente de todo: sabe de la tersura de la mar, de sus hijos más escondidos, del silencio congelado de los glaciares, del milagro de las cosechas, de los que reptan y de los que se mueven a la velocidad de la luz, del rocío en el que te bañas, de la dolorosa inmovilidad de las rocas, de las estrellas que mueren, de las fugaces…
El espíritu de la Verdad está en la hierba, las piedras solitarias, el polvo del camino, las nubes que pasan, los horizontes, los brillos lejanos, las envidiadas aves, los monstruos marinos, los granos de arena, los animales que me salen al paso, lo que toco y lo que no toco, lo visible y lo invisible… De ahí que deban inspirarnos respeto infinito y que hablar con las cosas (supuestamente inanimadas) no sea algo tan loco. Todo está habitado por la Divinidad. Si les hablo, también le hablo…
Eckhart Tolle en su libro “El silencio habla” nos cuestiona, a modo de reflexión, sobre nuestra relación con las incontables cosas que nos rodean y que utilizamos cada día. Casi siempre, los objetos son medios para un fin y nos apegamos a ellos de manera que terminan adueñándose de nuestra vida. Sin embargo, cuando apreciamos un objeto, aunque sea brevemente, por lo que es; cuando reconocemos su ser sin proyecciones mentales, prestándole atención; cuando no podemos dejar de sentirnos agradecidos por su existencia… sentimos que en realidad no es inanimado, que solo parece inanimado a los sentidos. De hecho, los físicos confirman que, a nivel molecular, cada objeto es un campo de energía pulsante.
La apreciación desinteresada del reino de las cosas hace que el mundo que nos rodea cobre vida de un modo que ni siquiera podemos comenzar a comprender con la mente…
- Amanecer
- Amanecer (II)
- Amanecer (III)
- Dios en la creación
- Las campanas del templo
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