Fuente: “Pensamientos cotidianos” de Omraam Mikhaël Aïvanhov.
«¡Qué privilegio poder contemplar la salida del sol! Por eso, cada año, cuando vuelve la primavera, preparaos para estos momentos únicos.
Ninguna presencia en el mundo puede, como el sol, introducir en vosotros el orden y la armonía, daros la luz, el amor, la paz, el gozo. Es la fuente que brota, que vibra, que mana… Cuando logréis sumergiros en este flujo de luz, ya no podréis vivir sin él.
Y si llegáis muy pronto, antes de que el sol haya salido, para ver las primeras luces del alba, os sentís sobrecogidos por un sentimiento sagrado, como si hubieseis sido admitidos a asistir a los misterios que toda la naturaleza está celebrando. Hasta os sentís obligados a caminar de otra manera para no perturbar la atmósfera. Entráis en la verdadera poesía.
¿Cómo no desear que todos los humanos puedan un día sentir esta belleza, esta pureza, esta vida abundante, y beberla?».
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- El Dios de la materia
- Las campanas del templo
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