Una mujer mayor llamó a un programa de radio en el que, comentando su precaria situación económica, pedía la ayuda de Dios.
Un exitoso hombre de negocios, que estaba escuchando el programa, decidió tentar a la mujer para burlarse de la fe que mantenía en Dios. No le fue muy difícil, llamando a la emisora, obtener su número de teléfono y luego, conseguir su dirección.
Pidió a una de sus secretarias que hiciera una importante compra de alimentos y que la llevaran a la casa de la mujer con la siguiente nota: “Un regalo de Satanás”. Además, el repartidor tenía las instrucciones de decirle, en el caso de que le preguntara, que era el diablo quien le enviaba la ayuda.
Cuando el mensajero entregó el cuantioso pedido de alimentos, la mujer se puso muy contenta y, agradecida, glorificaba a Dios por la ayuda recibida.
Como la mujer no se interesó lo más mínimo por la nota que acompañaba a los alimentos, el repartidor le preguntó: “¿no quiere saber quién envió la comida?”.
La anciana respondió: “no, no me importa, porque cuando Dios ordena, hasta el diablo obedece”.
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