Phil Collins. De la canción “You'll be in my heart” (“Estarás en mi corazón).
Estar vivos es algo que damos por hecho. De las personas que mueren a diario en España, solo un 15% sabían que iban a morir porque tenían una enfermedad terminal. El resto, un 85%, se han levantado por la mañana, como tú o yo, pensando en lo que harían hoy, la semana que viene, el próximo mes… pero nada de eso ocurrirá. Vivir es un milagro. Por favor, despierta. Date cuenta del privilegio que es estar vivo. No confíes en que haya un mañana. Vivir es hoy, es este ahora. Vive con determinación y, sobre todo, no actúes como si fueras a quedarte aquí eternamente olvidándote de ser feliz.
Fuente: “La muerte y el duelo a través de los cuentos” de Carmen Moreno Lorite.Con el paso del tiempo hemos ido dejando a la muerte en el cajón de las cosas que nos dan miedo y no hablamos de ella. La hemos alejado de nosotros como si con ello hiciéramos un conjuro mágico que impidiera que la muerte se acercara. Sin embargo, ha sucedido que no solo no la hemos podido alejar –eso es imposible–, sino que, además, al perder la conciencia de la muerte, hemos olvidado su relación con la vida. El miedo a la muerte nos ha hecho tener miedo a la vida y, cuando tenemos miedo, andamos encogidos, inseguros, ansiosos… y todo ello nos dificulta vivir plenamente, en paz y con satisfacción cada día, cada momento.
La conciencia de la muerte —mi muerte y la de mis seres queridos— es sana. No es una conciencia enfermiza ni morbosa y, si es bien empleada, es una conciencia de vida.
La muerte de un ser querido nos pone irremediablemente ante el misterio de la vida. Pocas situaciones nos afectan de un modo tan profundo, pues nos hace tomar conciencia de lo que realmente es importante en la vida. Es como si la muerte se convirtiera en maestra, una dura maestra que nos enseña y nos recuerda los valores más genuinamente humanos para que nos percatemos de la necesidad de volver a encontrar el rumbo de nuestra vida. La muerte nos hace, de alguna manera, a todos filósofos, pensadores sobre el sentido último de la vida, de las relaciones y del amor.
Tras el fallecimiento de una persona querida nuestra vida quedará transformada y, aunque con dolor, tenemos la posibilidad de dar un importante paso en nuestro desarrollo personal, de ser más humanos y profundos y, a pesar de que nos parezca difícil de imaginar o creer, este proceso nos brinda la posibilidad de ser más agradecidos y felices.
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