Ayer, 22 de febrero, se cumplieron 75 años de la muerte en Colliure (Francia) del poeta sevillano Antonio Machado.
Murió en el exilio, cansado y derrotado, como en el poema que él mismo escribió: “ligero de equipaje”. Su hermano José, que lo acompañaba en el destierro, halló en el bolsillo de su chaqueta, tras su muerte, unos papeles arrugados. En uno de ellos estaba escrito su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
Para mí, Antonio Machado es el poeta más emblemático de la generación del 98. Con esta entrada me gustaría añadir mi pequeño homenaje con un poema que pertenece a su obra “Soledades. Galerías. Otros poemas”, recopilación de 1907 que amplía el libro “Soledades” publicado en 1903.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
En este poema, que consta de veintiocho versos octosílabos agrupados en siete cuartetas de esquema métrico abab y rima consonante, el poeta sueña que cree en Dios. El agua que siente manar y le da nueva vida, las abejas que transforman las penas en dulce miel o el sol que calienta y alumbra, se refieren a esa presencia de Dios en su corazón.
Aunque hay quienes niegan la fe de Machado, la presencia de Dios ocupa en su pensamiento un lugar significativo. En algunas ocasiones se trata de un Dios en el que desea creer, pero no puede. Otras veces es una búsqueda reflexiva entre la duda.
Su hermano José, que vivió con el poeta en la última parte de su vida, afirma que fue un hombre de creencias religiosas, pero que su religión era “personal”. Para su amigo José Bergamín, Machado fue, en su vida y en su obra, un hombre de fe. El mismo Antonio Machado en una carta a Unamuno dice: “Cuando reconozco que hay otro yo, que no soy yo mismo ni es obra mía, caigo en la cuenta de que Dios existe y de que debo creer en Él como en un padre”.
No cabe duda de que Antonio Machado tiene una honda preocupación religiosa y que sus dudas religiosas se manifiestan en su obra como un fluctuar entre el escepticismo y una inconcreta creencia, entre la desesperanza y la esperanza.
- Fluye con la vida
- La saeta de Antonio Machado
- La vida es bella a pesar de los pesares
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- Un mañana con memoria
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