Un año más, el día ocho de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, se acabó de poner el belén en mi casa donde, sin duda, esta entrañable tradición se ha convertido en un ritual. Su montaje ha durado los tres días con los que contábamos en ese largo fin de semana. Esta vez ha resultado un poco más complicado porque, al colocarlo en el comedor, hemos tenido que cambiar algunos muebles de sitio y de habitación.
Os diré, por si no lo sabéis de otros años, que el belenista, por afición, es mi marido. Cada año hace un proyecto de belén diferente. Desde hace dos o tres meses, en su tiempo libre, se ha dedicado a diseñar y construir un nuevo portal, un mercado, casas como las que se muestran en la fotografía de esta entrada... y hemos recorrido toda la ciudad y parte de la provincia buscando nuevas figuritas.
Si no habéis hecho nunca un belén de esas dimensiones, no os imagináis el trabajo que tiene ni, por ejemplo, la cantidad de cables y conexiones que hay que organizar debajo de la mesa para que cada casa tenga luz o funcionen los motores que mueven el agua del río y de las fuentes.
Cuando lo terminó de montar tenía el cuerpo dolorido por las agujetas —los años no pasan en balde— y una cara de satisfacción en la que se dibujaba una sonrisa que dejaba entrever que ya estaba “maquinando” cómo será, si Dios quiere, el belén del año que viene.
Ya solo nos queda abrir las puertas de mi casa a los familiares, amigos y vecinos que quieran verlo. A los que canten un villancico, mejor si lo hacen acompañados con zambombas y panderetas, les daremos “las pascuas” con mantecados, polvorones, turrón y una copita de licor que ayude a templar los rigores del invierno.
- Pura luz ( 2016)
- La cuna de la vida (2015)
- El belén del mar (2015)
- Montar el "Belén" (2013)
- Quiero enseñarte mi belén (2012)
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