«Es extraordinario ver cómo una sonrisa puede transformar las caras inexpresivas, o incluso ingratas. Porque una buena sonrisa va acompañada de una buena mirada, y esta mirada llena de amor, de bondad, proyecta una luz tal que los rasgos de la cara parecen fundirse con ella: solo se ve esta luz. ¡Y qué gozo, qué consuelo puede aportarnos también esta sonrisa! Es como un regalo que no nos esperábamos. ¡Y la sonrisa del sol cuando emerge de las nubes para envolvernos con su luz!
Pero la más bella, la más deseada, la sonrisa a la que aspira toda nuestra alma, es la que Dios nos da tras los sufrimientos a los que creímos no poder sobrevivir. En cuanto esta sonrisa aparece, la oscuridad, la angustia, el miedo, las imágenes amenazadoras se esfuman, todo se ilumina y se armoniza. Esta sonrisa vale más que todas las riquezas y todos los demás gozos de la tierra. Ninguna violencia puede conquistarla, sino solamente el amor, la esperanza y la fe. A menudo hay que esperar mucho tiempo para merecer una sonrisa así. Es la mayor de las recompensas».
Doy gracias a Dios por la sonrisa que ha querido regalarme tras la marcha, pronto hará dos años, de mi hermano. Una sonrisa que nace en lo más profundo de mi alma porque sé, ahora lo sé, está vivo…
- Buen viaje y hasta luego
- Dirijo mi alma hacia el mar...
- El hilo invisible que nos une
- El umbral de la muerte
- “Estoy bien”. Juan José Benítez
No hay comentarios
Publicar un comentario en la entrada