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miércoles, 30 de julio de 2014

Dirijo mi alma hacia el mar

«Dirige tu mirada hacia el océano,
dirige tu alma hacia el mar.
Cuando la oscura noche parezca interminable...
por favor, recuérdame».
“La oración de Dante”. Loreena McKennitt.



 “La oración de Dante”. Loreena McKennitt.

El mes que viene hará un año que mi hermano se fue, como en sueños... Hoy hubiera cumplido 59 años y aquí estoy felicitándolo, pero hoy lo hago porque sé que los sueños que no se cumplen en vida, terminan por hacerse realidad después de la muerte. Todo es posible. En una eternidad todo es posible.

Cuando perdemos a un ser querido, sentimos que algo de nosotros mismos se ha ido con él. Ahora que va pesando la maleta de los recuerdos que me llevaré de este mundo, empiezo a entender a mi madre cuando, en sus últimos años, nos decía que quería “irse” porque “los suyos” ya se habían marchado. Yo la increpaba, porque nos tenía a sus hijos y nietos y ella, casi susurrando, me contestaba que aquí ya no tenía nada que hacer y allí la estaban esperando.

Nadie nos dijo qué debemos hacer cuando perdemos a las personas que amamos y lo poco que nos enseñaron me parece desafortunado. La gente que me rodea puede tratar de comprender mi dolor, pero nadie puede sentir lo mismo que yo. Por eso, no explico mi dolor. Tampoco lo oculto. El luto no sirve de nada, pues la pérdida se sufre en el alma. ¿Por qué tengo que ser fuerte y no llorar? ¿Por qué tengo que estar ocupada y distraerme? Nada de eso, ni siquiera el tiempo, cura las heridas y nadie, nunca, podrá reemplazarlo…

No puedo cambiar lo sucedido, pero esa impotencia no llena mi corazón de ira, porque sé que cada cual tiene su destino. Todo en la vida está sujeto a un orden minucioso e impecable. Un orden que no imaginamos porque no funciona con parámetros humanos. Cada uno es responsable de la forma en la que elige vivir su vida y nadie está capacitado para elegir por otro. La vida, que no es únicamente una lucha por la existencia, es un regalo. El dolor y la maldad son parte del juego.

Necesito superar el duelo, aceptar su pérdida e ir soltando el dolor. Necesito “dejar ir” para seguir viviendo y no sobreviviendo. No sé cuánto me quedará por vivir. Supongo que ya un suspiro, pero el tiempo que me quede es demasiado valioso y no puedo dejarlo pasar sin exprimirlo.

Siempre lo evoco con cariño y nostalgia. Su recuerdo va conmigo y me acompaña. Hoy quiero rendirle culto, respirar hondo y volver a caminar.

“A pesar de que compartimos este humilde sendero solos,
¡qué frágil es nuestro corazón!
Da a estos pies de arcilla alas para volar,
para acariciar el rostro de las estrellas.

Insufla vida a este débil corazón,
levanta este velo mortal de miedo.
Toma estas esperanzas derrumbadas, grabadas con lágrimas
y nos elevaremos sobre las preocupaciones terrenales.

Dirige tu mirada hacia el océano,
dirige tu alma hacia el mar.
Cuando la oscura noche parezca interminable…
por favor, recuérdame”.

“Oración de Dante”. Loreena McKennitt.

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