Fuente: “El libro de los quizás” de Fran Russo.
Una de las cosas que más condicionan nuestra vida son las pérdidas de los seres queridos. No es cuestión de olvidar porque siempre formarán parte de nuestra vida. Lo importante es que no se conviertan en un recuerdo corrosivo que nos destruya y nos aleje de nuestro propósito, de nuestro camino. Debemos aprender a aceptar todo lo que nos sucede y ser responsables de nuestra vida.
La muerte no es más que un paso. Aunque ese paso fuera doloroso, lleno de injusticia y falto de sentido, no podemos juzgar ni tratar de entender todo. Sí podemos intuir que hay motivos detrás de todo lo que sucede. Que no podamos entender los motivos, ni asimilarlos, no significa que tengamos que negar esta realidad.
Nuestro dolor nos impide comprenderlo y aceptarlo. El dolor, al igual que el alcohol, es un velo que nos impide pensar y sentir con normalidad, ser quienes en verdad somos y actuar como deberíamos actuar.
Por supuesto, el duelo es comprensible y necesario. Somos seres emocionales y necesitamos encauzar el dolor, pero un duelo demasiado prolongado es un autocastigo que jamás desea la persona que se marcha. Si pudiéramos escuchar a esos seres que se van, oiríamos sus ruegos de que dejemos de llorar por ellos, que están bien, mucho mejor que nosotros.
Es momento de ir aprendiendo esta lección y no ser nosotros parte del problema para alguien que se marcha, atándolo a esta realidad en vez de dejarle ir. Nada ayuda nuestro llanto a esa persona una vez que se ha ido. A nivel espiritual, nuestro llanto ata a esa persona a este mundo en vez de dejarle libre y eso no es bueno. Debemos librarles de nuestras ataduras emocionales. Si aceptamos que ya no están y que por alguna razón su camino estaba fuera de este plano físico, le estamos enviando mucha luz, le enviamos un “buen viaje”, un “hasta luego” con todo nuestro corazón.
Esos seres que perdemos, nos alientan desde el otro lado a que sigamos adelante y nos aman con un amor tan puro que nosotros no podemos comprender. Si dejásemos atrás los velos del dolor llegaríamos a sentir ese amor, ese impulso que nos dan y su abrazo.
Recuerda que tú elegiste vivir esa experiencia y lo que crees una desgracia fue un pacto de amor que trasciende la vida y la muerte porque los lazos de amor verdadero jamás se romperán ni se desvirtuarán. Lo creas o no, lo comprendas o no, es así. Tarde o temprano, todos, absolutamente todos, lo comprobaremos. Reflexiónalo. No es fácil, pero reflexiónalo.
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