He aquí una magnífica lección: si alguien te pasa la pelota, no tienes por qué cogerla.
A menudo, nuestros conflictos interiores son debidos a nuestra tendencia a saltar a bordo de los problemas de otros. Alguien te pasa una preocupación y tú supones que debes cogerla y responder. Más tarde, te sientes estresado o resentido porque todo el mundo parece plantearte exigencias. Resulta fácil perder de vista que tú mismo fomentas los dramas de tu vida.
Recordar que no tienes por qué coger la pelota es una manera muy eficaz de reducir el estrés de tu existencia. Eso no significa que no debas coger nunca la pelota, sino que depende de ti el hacerlo. Tampoco significa que la persona que intenta pasártela te traiga sin cuidado, ni que seas poco servicial.
Desarrollar una actitud más tranquila con respecto a la vida requiere que conozcamos nuestros propios límites y que nos hagamos responsables de nuestra parte en el proceso.
La mayoría de nosotros cogemos pelotas que nos pasan muchas veces al día: en el trabajo, nuestros hijos, amigos, vecinos, vendedores e incluso desconocidos. La clave reside en saber cuándo estamos cogiendo otra pelota, con el fin de no sentirnos víctimas, resentidos ni abrumados.
El mismo principio es aplicable cuando te hacen objeto de un insulto o una crítica. Cuando alguien arroja una idea o comentario hacia ti puedes cogerlo y sentirte herido, o puedes dejarlo caer y continuar con tu vida.
La idea de “no coger la pelota” por el simple hecho de que sea arrojada hacia ti, es una poderosa herramienta que merece ser explorada... Tal vez descubras que coges la pelota con muchísima más frecuencia de lo que crees.
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- La opinión ajena
- Meterse a redentor
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