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viernes, 24 de mayo de 2019

Enseñar con el ejemplo (II)


Fuente: “El libro del amor” de Ramiro A. Calle.

Un conductor borracho perdió el control de su automóvil y se precipitó por un barranco. Varias personas acudieron tan pronto como pudieron a auxiliarle.

El hombre tenía algunas magulladuras, pero nada serio. Uno de los que le ayudaron a salir del automóvil comprobó que estaba muy borracho y le dijo:

—Pero ¿acaso no ha leído usted el fenomenal y célebre libro del señor Gupta sobre los efectos perniciosos del alcohol?

Y el conductor, sin dejar de hipar, farfulló:

—Ese tal Grupta soy yo.

A casi todos nos gusta enseñar: ejercemos como médicos sin serlo, como sagaces consejeros cuando nuestra mente está ofuscada, como guías ciegos que conducen a otros ciegos, como educadores sin saber nada de educación…

El mejor maestro no es el que dice lo que hay que hacer, sino que es quien lo hace; no es el que aconseja, sino el que demuestra; no es el que exige, sino el que sugiere. Brilla por su propia conducta y no por sus palabras. Ese maestro merece respeto y cariño.


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