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jueves, 4 de enero de 2018

La carta del elfo

Historia para despertar

El pasado día 23 de diciembre, sábado, quedamos algunos miembros de mi familia para merendar en una cafetería y dar, después, un paseo por el centro de la ciudad, engalanado con el alumbrado de Navidad. En una de sus calles principales, nos encontramos con Papá Noël que, aparte de preguntar a los más pequeños por su comportamiento durante el año, les obsequió con algunas golosinas. Le acompañaba uno de sus elfos. Supongo que se trataba de Alabastro Snowball (Bola de nieve), el administrador de las cartas de los niños en Navidad, porque me hizo entrega de un misterioso sobre “lacrado” con una pegatina circular roja que mostraba una carita sonriente y, dirigiéndose a los pequeños, que quedaron muy impresionados, les dijo que tenían mucha suerte por ir acompañados por una persona tan importante y guapa como yo…

¡Buenooooooo…! ¡Cómo para no abrir el sobre!

Dentro, había una carta en la que alguien me aseguraba no querer venderme nada y, agradeciéndome de antemano que perdiera unos minutos de mi valioso tiempo leyéndola, me deseaba un día feliz y me pedía que, si su lectura conseguía aflorar alguna emoción en mi corazón, tuviera algún pequeño detalle que hiciera mejorar el día de otra persona.

Esta entrada, permitídmelo, constituye ese pequeño detalle. Os resumo lo que decía la carta. Me he permitido ordenar un poco el mensaje que, creo, trataba de transmitir. Tal vez, quien la escribió tenía algunas dificultades para traducir a nuestro idioma.

«Puede que hoy sea un día en el que pienses que nada tiene sentido, que no eres nadie. Créeme: te equivocas. Independientemente del dinero, el puesto o la fama que tengas, tú eres alguien importante. Eres una pieza del engranaje que marca el rumbo del universo. Piensa cuántos acontecimientos, por mínimos que sean, han tenido que ocurrir para que hayas nacido, incluso para que hoy estés leyendo esta carta.

No te preocupes, un día así forma parte de nuestra naturaleza y significa que estás vivo. Cree en ti y no dudes de tu potencial en ningún momento. No hay nada en contra de ti. No pienses demasiado en lo que hiciste o en lo que dejaste de hacer. No te angusties. Todos cometemos errores. Simplemente aprende y corrígelos. En esta vida no se pierde ni se fracasa: se aprende.

Sonríe como si fueras un niño de cinco años. Deja que vuelva ese espíritu en el que uno se cree rey o reina del mundo y que todo lo puede. Haz cosas que te diviertan. Deja rencores. Reconcíliate. Pide perdón o perdona. Respeta, empatiza, ama, enseña, lucha, ofrece y recibe ayuda… Dile a la gente que la quieres y, sobre todo, quiérete a ti mismo.

Recuerda que un superhéroe es la persona que se levanta cada día con ganas de vivir y disfrutar de este mundo».

Al final de la carta, su autor, que dice ser un ser humano apodado “Paapameelmu”, expresa su deseo de cambiar el mundo, a mejor, paso a paso, con pequeños detalles que cambien vidas.

En la fría y plácida tarde, víspera de Nochebuena, no sé a cuántos adultos, importantes y guapos, entregó la carta el elfo de Papá Noël. Los elfos son seres mágicos... No sé... Tal vez sabía que yo publicaría esta entrada. Nada ocurre por casualidad.


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