Hoy en día corremos para todo: para ir a trabajar, para comer… Corremos, incluso, para ir a dormir.
Esta forma de vida, sin darnos cuenta, nos desgasta y ocasiona un agotamiento físico, mental y espiritual que no desaparece ni siquiera cuando llegamos a casa.
Estar todo el tiempo con el pie en el acelerador nos encierra en una trampa en la que el estrés es el protagonista de lo que nos sucede. Esta conocida enfermedad del siglo afecta a las emociones, a la salud y a la productividad, sea cual sea la función que desempeñemos. Pero a pesar de ello, nadie quiere ni parece estar dispuesto a pisar el freno. Siempre hay que hacer algo más… y nunca tendremos tiempo, porque seguiremos incrementando la lista de obligaciones.
A este ritmo, nuestro cuerpo va a rendir menos y con un mayor porcentaje de dificultades y errores producidos por el cansancio. El agotamiento nos debilita, nos consume, nos anula y nuestra originalidad se desvanece.
El tiempo del que disponemos es también para ir al cine, leer un libro, estar con amigos, con la familia, descansar o dormir, por qué no, una buena y placentera siesta. Y todo esto, será una parte importante del buen uso, administración y rendimiento del tiempo porque, una vez que hayamos descansado el tiempo necesario, los problemas ya no se verán tan importantes; tampoco sentiremos que es imposible encontrarles solución como cuando pretendemos resolverlos estando agotados.
Además, el ocio y la recreación son necesarios para pensar con más claridad, con mayor discernimiento y, cuando nuestra mente está distendida, nacen las mejores ideas y proyectos.
- Parar para recuperar fuerzas
- Recuperar la capacidad de jugar
- Saborear la vida
- Vivir al límite
- Volver a jugar
No hay comentarios
Publicar un comentario en la entrada