Una persona es rumiadora mental cuando piensa de manera reiterada y obsesiva la misma cuestión. Gran cantidad de personas padece este problema.
Consiste en estar minutos, horas, días, semanas, hasta meses, dándole vueltas a uno o varios pensamientos, pero sin hallar una solución. Solo se trata de estar concentrados en un tema, pero sin resolverlo.
El mecanismo funciona así: nos hallamos inmersos en una circunstancia que nos preocupa o fastidia, entonces pensamos en ello, una, otra y otra vez… Protestamos, nos enojamos, criticamos y, a veces, nos culpamos. La salida o no se busca o no se encuentra y seguimos con lo mismo.
Es un malestar que nos absorbe, nos deprime o nos pone irascibles. A veces se detiene cuando aparece una dificultad de mayores dimensiones, pero si no es así, difícilmente lo borraremos de nuestra mente.
Este carácter obsesivo es tan perturbador que nos anula o nos debilita para hacer otras actividades o tener otros pensamientos. Sabemos que estas actitudes nos consumen la energía que necesitamos para proyectos, juegos, risas, lecturas y, sin embargo, perseveramos. Es decir, ponemos todos nuestros recursos cognitivos y emocionales a disposición de uno o dos problemas y esto nos deja sin capacidad para emprender otras actividades.
Esto, inevitablemente, nos lleva al tema de imponernos distracciones y enfocarnos en otras cuestiones y para ello se necesitan dos elementos: refuerzo de la voluntad y educación de la mente. Con ellos nos será posible instrumentar el cambio.
No hay gurú, libro, chamán o medicamento que tenga más poder que la voluntad. Cualquier cambio que deseemos hacer, por pequeño que sea, requiere de esa fuerza interna superadora y renovadora. A la voluntad es preciso activarla y para ello, es vital no dejarse llevar por la inercia, ser decididos, tener disciplina y esforzarse. En ello tendremos que aplicar mucha de nuestra energía, pero, con el tiempo, iremos cambiado este hábito de dejarnos llevar por nuestros pensamientos rumiadores.
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