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martes, 9 de enero de 2018

Compartir nuestros problemas

Fuente: “Tu fuerza interior” de Bernardo Stamateas.

Cualquiera que sea el ámbito en que nos movamos, a diario nos encontramos con personas complicadas que, más que tener problemas, son problemáticas. Estas son algunas de las características de las personas que carecen de sencillez:

- Complican lo simple y hacen un mundo de algo sin importancia.

- Viven con angustia permanente.

- Tienen miedos exagerados. Para ellas, todo es catastrófico.

- Allí donde van llevan conflictos.

- No saben disfrutar de la vida, porque la mayoría de las veces escogen tener una mala actitud.

- Culpan a los demás, pero nunca a ellas mismas.

- Son fanfarronas. Se creen mejores que los demás.

- Cambian permanentemente de humor. En un momento están contentas y locuaces y al siguiente están de mal humor y calladas.

- Niegan que tienen problemas porque no quieren que la gente se entere de que les va mal. Ocultan la verdad y se muestran siempre bien.

- Les encanta el chismorreo. Suelen llevar y traer cotilleos. Se enteran de todo y cuentan todo.

En mayor o menor medida, todos tenemos estas neurosis que son yugos mentales que nos atan y no nos dejan avanzar. Todos los seres humanos llevamos cargas con emociones muy pesadas. A veces, son cargas de palabras que nunca llegamos a pronunciar, sensaciones que se tienen reprimidas y no logramos soltar... Otras veces, vamos por la vida cargando recuerdos que nos agobian y nos lastimaron. Es fundamental quitar esas cargas que nos convierten en personas complicadas y nos dañan a nivel emocional y físico.

Cuando llevamos una carga sobre nuestros hombros, nunca deberíamos aislarnos. La carga no es en sí el problema (somos más fuertes de lo que creemos), sino mantenerlo en secreto. Los problemas no enferman, lo que enferma es hacerlos un secreto. Deberíamos compartir lo que nos sucede con alguien de confianza. El hecho de poder compartir una dificultad nos alivia la carga grandemente. No nos coloquemos una fachada de superhombre o supermujer y aprendamos a compartir los problemas en nuestro entorno íntimo. Reconocer nuestro conflicto nos da fuerza interior para avanzar en la vida con más fuerza. Abramos nuestro corazón y, una vez que lo hagamos, a pesar de las emociones negativas que nos abrumen, sorprendentemente hallaremos la fuerza para actuar. Mientras hay vida, siempre hay caminos para seguir creciendo.


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