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miércoles, 14 de agosto de 2019

Usar la imaginación (III)

Ir de víctima no convence a nadie (ni siquiera a ti mismo).


Este cuento está incluido en el libro “Rompe con tu zona de confort” de Gregory Cajina.

«En la Segunda Guerra Mundial, un soldado fue enviado al frente en pleno invierno. Sus condiciones eran penosas: apenas tenía acceso a alimento o a una ropa adecuada mientras balas y obuses se rifaban su vida cada día, tarde y noche.

Sin embargo, él aguantaba jornada tras jornada el envite gracias a los recuerdos de su novia, que lo esperaba en su país, y cuya foto portaba en un bolsillo del uniforme. Cada noche, si podía, el soldado miraba esa foto, cubierta ya de mugre y barro, y soñaba con el día en que regresaría de vuelta a sus brazos. Esa mujer era la razón que lo mantenía vivo.

Una mañana, llegó el correo con una breve carta de su novia. En ella, sin circunloquios, le decía que lo dejaba, que había hallado el amor en brazos de otro hombre y que, por favor, le devolviera la foto que le dio antes de partir al frente.

El soldado, herido en el alma, hizo lo que cualquier persona con resolución y dignidad hubiese hecho: habló con los compañeros de la unidad a quienes también había abandonado sus novias y les pidió que le dieran todas las fotos que ya no querían guardar de aquellas mujeres.

Consiguió recopilar quince o veinte fotos, las metió en un sobre y en un trozo de papel escribió rápidamente: “Ahora no recuerdo quién eres. Por favor quédate con la foto en la que aparezcas tú y devuélveme las demás”».

Solo hay verdugo si hay víctima.

Solo es víctima quien cree que lo es.


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