Resulta interesante considerar que cuando estamos en desacuerdo con alguien, esa persona se siente tan segura de su punto de vista como nosotros del nuestro y, sin embargo, siempre tomamos partido… ¡el nuestro! Es la manera que tiene nuestro ego de negarse a aprender nada nuevo. Es también un hábito que crea muchísimo estrés innecesario.
La primera vez que puse conscientemente a prueba la estrategia de asimilar primero el punto de vista del otro, descubrí algo maravilloso de verdad: no me hizo daño y me acercó más a la persona con la que estaba en desacuerdo.
Supón que un amigo te dice: “los liberales (o los conservadores) son la causa principal de nuestros problemas sociales”. En lugar de defender de manera automática tu propia posición (cualquiera que sea), mira si puedes aprender algo nuevo. Dile a tu amigo: “dime por qué piensas así”. No digas esto con un plan oculto o preparándote para defender o demostrar tu postura, sino, sencillamente, para escuchar otro punto de vista. No intentes corregir ni hacer que tu amigo vea que está equivocado. Deja que sienta la satisfacción de tener razón. Practica la habilidad de saber escuchar.
Contrariamente a la creencia popular, esta actitud no hace de ti alguien débil. No significa que tus creencias no estén lo suficientemente arraigadas ni que estés admitiendo estar equivocado. Lo único que estás haciendo es intentar conocer otro punto de vista: estás procurando, en primer lugar, entender. Por otra parte, no se requiere energía para permitir que otro tenga razón. De hecho, sucede lo contrario: te carga de energía a ti.
Cuando entiendes otras posiciones y puntos de vista, varias cosas maravillosas comienzan a suceder. Primero, puedes aprender algo nuevo y ampliar horizontes. Segundo, cuando la persona con la que hablas sienta que la estás escuchando, te apreciará y respetará mucho más que cuando saltabas a exponer tu propia posición. Si saltas, solo consigues que tu interlocutor se reafirme y se ponga más a la defensiva.
Si tú tienes una actitud más suave, en casi todos los casos, la otra persona también la tendrá. Puede que no suceda de inmediato, pero con el tiempo así será. Al procurar entender, estás poniendo el afecto y el respeto que sientes hacia la otra persona por encima de tu necesidad de tener razón. Estás practicando una forma de afecto incondicional.
Otro beneficio podría ser que consigas que la persona con quien estás hablando escuche tu punto de vista. Aunque no existe ninguna garantía de que vaya a escucharte, una cosa es segura: si tú no escuchas, tu interlocutor tampoco lo hará.
Al ser la primera persona que tienda la mano y escuche, romperás la espiral de inflexibilidad.
- Abriendo puertas
- Escuchar es amar
- Estar en posesión de la verdad (II)
- Renunciar a tener siempre razón
- Respetar el pensamiento de los demás
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