Dos hombres comenzaron a discutir acaloradamente y estuvieron a punto de llegar a las manos, todo porque cada uno de ellos insistía en haber visto de un color diferente a un camaleón que yacía en una palmera.
—Te digo que es marrón —aseveró uno de los hombres.
—Pues yo te digo que es verde —replicó el otro.
Y así, comenzaron a soliviantarse.
—Es marrón, ¿o es que no tienes ojos para verlo?
—Tú sí que pareces estar ciego. Es verde.
Acertó a pasar por allí un lugareño y uno de los discutidores le preguntó:
—¿Acaso no es marrón este camaleón?
—Es marrón —repuso el lugareño.
—Pero ¿no es verde? —protestó el otro hombre.
—Es verde —acordó el aldeano.
Los dos hombres que estaban a punto de golpearse, creyendo que el lugareño se burlaba de ellos, se dirigieron a él hoscamente y le preguntaron:
—¿Nos tomas el pelo?
—En absoluto, amigos míos. Cada uno de vosotros ha visto un aspecto del camaleón y por tanto ambos tenéis relativa razón. Yo he visto todos los aspectos del animalillo, porque vivo al lado de la palmera en la que habita y he podido observarle durante semanas y meses.
Una cosa es la Realidad y otra la “realidad” de cada uno; una la Verdad y otra es aspecto de la “verdad” que cada persona capta.
No es fácil mirar más allá del ego y del apego a las propias ideas y a los estrechos puntos de vista. Al aferrarnos a nuestras ideas o a nuestra visión particular, estrechamos el campo de conciencia y detenemos el proceso de aprendizaje. Hay que abrirse mental y emocionalmente.
Sabiduría es evitar aferrarse a las ideas y ampliar al máximo la visión, sabiendo observar, sin prejuicios, desde todos los ángulos posibles.
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