Vídeo “La educación empieza en casa” de Daniel Dueñas.
* Por motivos prácticos, para no cansar, utilizo en esta entrada el masculino genérico para aludir a ambos géneros. Espero que nadie se sienta discriminado o discriminada.
Muchas veces los padres se quejan de que sus hijos, sobre todo si tienen mal comportamiento, no están siendo bien educados en la escuela. La educación de un niño empieza en casa. Son los padres los que tienen la responsabilidad de ser los primeros maestros de sus hijos.
En casa se aprende a saludar, a dar las gracias, a ser limpios, puntuales, correctos, personas de bien, a hablar sin decir groserías, a comer con la boca cerrada, a no mentir, a respetar la propiedad privada, a ser organizados… Es en la casa donde se forman los valores más importantes: el respeto, la empatía, la responsabilidad, la solidaridad, la amabilidad, la honestidad…
Estos valores no se enseñan con discursos. Se enseñan con el ejemplo diario. Los niños observan cómo tratamos a los demás, cómo resolvemos nuestros conflictos y cómo manejamos nuestras emociones. Desde el primer momento, observan y aprenden de todo lo que sucede a su alrededor: de las palabras que escuchan, de los gestos que ven y, sobre todo, de las acciones de las personas que los rodean.
Luego, llega el momento de complementar esta educación en la escuela que, después de su casa, se puede considerar el segundo hogar de un niño.
En la escuela se aprenden matemáticas, lenguaje, ciencias naturales y sociales, inglés, a convivir con otros niños, a trabajar en equipo, a respetar las diferencias… y se refuerza lo que ya se ha aprendido en casa expandiéndolo con nuevas ideas y experiencias y ampliando horizontes.
Es fundamental que haya una continuidad entre lo que se enseña en casa y lo que se aprende en la escuela. Si en casa se contradice lo que se aprende en la escuela, el niño va a sentirse confundido.
La educación es un esfuerzo compartido entre padres y maestros. No podemos dejar todo el trabajo a la escuela. Los padres tienen que estar presentes en la vida escolar de sus hijos, apoyándolos en los estudios, interesándose por su día a día en la escuela y manteniendo una comunicación abierta con los maestros. Eso no solo les ayuda a sentirse respaldados, sino que también les demuestra que su educación es importante.
A lo largo de mi experiencia como maestra en la escuela pública, me he encontrado con que, en muchas ocasiones, poco o nada tenía que ver lo que los niños aprendían en casa con los valores que la escuela debe transmitir (Recomiendo leer la entrada “El Palomar” de este blog). Cuando esto ocurre, muchos maestros intentan “sobrevivir” como pueden, aunque eso suponga implicarse lo “justito” en la educación de esos niños.
Hace muchos años, alguien, no logro recordar quién, pero siempre le estaré agradecida, me aconsejó tener siempre en cuenta todas las variables de las circunstancias socio-económicas, culturales y familiares que podían incidir en la educación de un niño y, en la medida de lo posible, intentar controlarlas. En el caso de que no hubiera posibilidad de hacerlo, nunca debía conformarme y “echarles la culpa” del bajo rendimiento o del fracaso escolar de un niño. Había que “arremangarse”, poner en movimiento todos los recursos disponibles, cualquier niño lo merece, y seguir adelante enseñando valores con el ejemplo.
Hay que sembrar… Siempre. La tierra es buena más veces de lo que creemos.
- Enseñar con el ejemplo
- Enseñar con el ejemplo (II)
- Enseñar con el ejemplo (III)
- La responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos
- ¿Qué hijos/as vamos a dejar a este mundo?
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