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miércoles, 3 de septiembre de 2025

El verdadero rostro de Dios (I)


Fuente: “Hermón. Caballo de Troya 6” de Juan José Benítez.

En un proyecto secreto, dos pilotos de la USAF (Fuerza Aérea Norteamericana) viajan en el tiempo al año 30 de nuestra era, a la provincia romana de Judea, para seguir los pasos de Jesús de Nazaret y comprobar cómo fueron sus últimos días.

Fascinados por la figura y el pensamiento de Jesús de Nazaret, deciden acompañar al Maestro durante su vida pública. Para ello deben actuar al margen de lo establecido oficialmente en la operación denominada “Caballo de Troya”. Jasón y Eliseo, nombres por los que son conocidos los pilotos, retroceden al mes de agosto del año 25 de nuestra era. Buscan a Jesús y lo encuentran en el monte Hermón, permaneciendo con Él durante cuatro semanas.

El siguiente diálogo entre Jesús de Nazaret, Jasón y Eliseo se produce en el campamento situado a los pies del Hermón, al amor de un buen fuego, tras la cena del día 21 de agosto del año 25. Con el fin de no hacer demasiado extensa la entrada, he omitido algunas frases que no afectan al mensaje recogido.

La “chispa” divina

[…] «—Pues bien, yo os digo que el Padre ya está en vosotros. Os estoy hablando de uno de los grandes misterios de la Creación. El Padre, en su infinita misericordia, en su indescriptible amor, hace tiempo que se instaló en vosotros…

Notó nuestra confusión y profundizó.

—Cada criatura del tiempo y del espacio recibe una diminuta fracción de la esencia divina. El Padre, como os dije, aunque único e indivisible, se fracciona y os busca. Se instala en cada uno de vosotros, los más pequeños del reino.

—¿Se trata de una parábola?

—No, Jasón, esto es real. Y no me preguntes cómo lo hace porque nadie lo sabe. Es una de sus grandes prerrogativas. Él, así, “sabe”. Él, así, “está”. Él, así, se comunica con la creación y se hace uno con cada mortal inteligente.

—Pero, ¿cómo es eso?, ¿cómo un Dios puede habitar en mi interior?

El Maestro se limitó a mover las brasas, levantando un fugaz chisporroteo. Después, llamando nuestra atención, prosiguió:

—¿Veis las chispas?... Pues en verdad os digo que algo similar sucede con el Padre. Una “chispa” divina, una parte de Él mismo, vuela hacia cada criatura y la hace inmortal.

Supongo que captó la perplejidad de aquellos exploradores. Sonrió amorosamente y exclamó:

—A esto, justamente, he venido. A revelar al mundo que sois hijos de un Dios… Y lo sois por derecho propio.

—Pero, Señor, yo no percibo nada raro… Si Dios estuviera en mi interior tendría que notarlo.

—Te diré algo, ¿Qué opinas de esta bella mariposa? ¿Por qué se siente atraída por la luz? (Una enorme y hermosa mariposa cuadriculada en blanco y negro, una euprepia oertzeni, atraída por la luz de la fogata, fue a posarse en el extremo de la rama con la que jugueteaba el Maestro).

—Eso es algo instintivo…

—Correcto. Ella no es consciente, pero “algo” la empuja…

Asentimos en silencio.

—Pues bien, con vosotros, los humanos, ocurre lo mismo. “Algo” que no podéis, que no sabéis definir, os impulsa a pensar en Dios. “Algo” desconocido os proporciona la capacidad intelectual suficiente como para plantearos el problema de la divinidad. “Algo” sutil os arrastra hacia el misterio de Dios. Nadie se ve libre de esas inquietudes. Tarde o temprano, en mayor o menor medida, todos se hacen las mismas preguntas: “¿quién soy yo?, ¿existe Dios?, ¿qué quiere de mí?, ¿por qué estoy aquí?”.

Dirigiéndose al ingeniero, preguntó:

—¿Nunca has percibido esa inquietud?

Eliseo reconoció que sí. Muchas veces…

—Ahora lo sabes. Ese impulso, esa necesidad de conocer, de saber de Dios, está animado por la “chispa” que te habita. Esa “presencia” de Dios en tu interior es la que verdaderamente te hace distinto. La que te inquieta. La que perfecciona y corrige tus pensamientos. La que, a veces, escuchas en voz baja. La que siempre tiene razón. La que, en definitiva, “tira” de ti hacia Él.

—Y la mariposa, Señor, ¿también es habitada por el Padre?

Jesús, soltando una carcajada, negó con la cabeza:

—Los animales se mueven por instinto. En ocasiones pueden demostrar sentimientos, pero, ninguno, jamás, se plantea la necesidad de buscar a Dios. Ni siquiera tienen conciencia de sí mismos. La “chispa” del Padre es un regalo exclusivo a los humanos…

Eliseo, inquieto lo interrumpió:

—¿Y tus ángeles? ¿Reciben también la “chispa” del Padre?

—No querido… Esa magnífica y divina presencia del Creador os alcanza únicamente a vosotros, las criaturas del tiempo y del espacio. Las más humildes…

Entonces, dirigiéndose a este explorador, comentó:

—Estás muy callado…

—Es demasiado para mi torpe y corto conocimiento, Señor… Pero, ya que lo planteas, dime: ¿tiene esa “chispa” algo que ver con la famosa frase…?

No me dejó concluir.

—Sí, Jasón… “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Tú eres igual a Dios porque lo llevas en lo más profundo. Y no son meras palabras… Tú eres su imagen. Más aún: ¡tú eres Dios! Y te diré más: algún día “trabajarás” a su lado, creando y sosteniendo…, como Él.

¿Por qué crees que Ab-bā ha pensado en ti? Porque el amor no es posesivo, el amor del Padre, como la luz, solo se mueve en una dirección: hacia adelante. Él, aunque ahora no podáis comprenderlo, os necesita. Él será Él cuando toda su creación sea Él.

—¿Estás insinuando que el ser humano es inmortal?

Esta vez sonrió pícaro. Dejó correr una bien estudiada pausa y, cuando la tensión rozó las estrellas, exclamó rotundo:

—No insinúo… ¡Afirmo!... ¡Sois inmortales! Así lo ha querido el Padre. Estoy aquí para revelar al Padre. Para decirle al confuso y confundido hombre que la esperanza existe… ¡Que sois hijos de un Dios! ¡Que habéis sido elegidos por el infinito amor de Ab-bā! ¡Que estáis, simplemente, en el principio!

—Entonces —intervine tímidamente—, eso de ganar o merecer el cielo…

El Maestro pronunció una sola palabra:

—Mattenah (regalo).

—¿Un regalo? ¿La inmortalidad es un regalo?

Sí Jasón. El hombre debe saber que es inmortal por expreso deseo de mi Padre. Haga lo que haga o diga lo que diga…

Supongo que volvió a adivinar nuestros pensamientos.

—De eso no os preocupéis. Esa es otra historia. Para los que hacen daño o, sencillamente, se equivocan, hay otros procedimientos… En verdad os digo que nadie escapa al amor de Ab-bā. Tarde o temprano, hasta los más inicuos son “tocados”…

—Señor, ese nuevo Dios, ese magnífico Padre…, no va a gustar a tu pueblo.

—No he venido a imponer. Solo a revelar. A recordar cuál es el verdadero rostro de Dios y cuál es la auténtica condición humana. Mi mensaje es claro y fácil de entender. Ab-bā es un Padre entrañable, amoroso, que no precisa de leyes escritas, ni tampoco de prohibiciones. El que lo descubre sabe qué hacer… Sabe que todo consiste en amar y servir, empezando por el prójimo».


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