«En las tierras de Nicaragua escuché la historia de un niño que soñaba con elegir la mejor flecha, tensar el arco y acertar de lleno en el corazón mismo de una luna llena.
Coincidiendo con el plenilunio, noche tras noche, el pequeño arquero, escalaba hasta la roca más alta y desde allí, sin descanso, lanzaba los dardos contra el blanco destello que ilumina la oscuridad del infinito. Aprendió a distinguir el vuelo de los zopilotes y el olor intenso del cafetal y las malinches, supo que los aguaceros entonan canciones antiguas que adormecen al jaguar y a las palomas.
Años más tarde, cuando al fin comprendió que sus flechas nunca llegarían tan lejos, miró alrededor sonriendo. Sin apenas darse cuenta y gracias a un viejo sueño se había convertido en un hombre sabio y en el mejor de los arqueros».
- Color “verde constancia”
- El “Santo de los pinceles”
- El valor del esfuerzo
- La rana sorda
- Las ranitas en la nata
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