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martes, 17 de marzo de 2015

Una lección de amor

El pasado verano leí en el libro “Lecciones de vida” de Elisabeth Kübler-Ross y David Kessler, la historia de una joven madre y su hija, Bonnie, que murió, atropellada por un coche, mientras jugaba en un jardín próximo a su casa. Nada ocurre por casualidad y supe que tenía que escribir esta entrada, pero, guardada como borrador, no llegué a publicarla.

Hace unas días, leí en el libro “Pactos y señales” de Juan José Benítez, en el capítulo 51 titulado “Moogli”, la historia de Jesús, un niño que murió un veintiocho de mayo, el mismo día que mi hermano mayor y casi en idénticas circunstancias —¿casualidad?—. Supe que tenía que publicar esta entrada.

  “My heart will go on” (“Mi corazón seguirá”). Banda sonora de la película “Titanic”.


A mi padre que, lo sé, sigue cuidándome.

Mi hermano mayor murió con trece años, atropellado por un camión cuando circulaba en bicicleta. Habían pasado treinta y cuatro años de su fallecimiento cuando escuché cómo mi padre, poco antes de morir, “confesaba” a una conocida que fue a visitarlo al hospital, que tenía en su corazón una gran pena: nunca pudo dar las gracias a la persona que recogió a mi hermano y en cuyos brazos murió. Mi padre agradecía profundamente que su hijo no hubiera muerto solo, tirado en la carretera, y que alguien, aunque fuera un desconocido, lo hubiera estrechado entre sus brazos.

No entendí por qué mi padre nunca nos lo había dicho ni por qué, unos días antes de morir, se lo contaba a una persona “casi extraña”. Escuché aquellas palabras en silencio y, en la certeza de que el cielo había recompensado con creces a la persona que recogió a mi hermano y lo abrazó antes de morir, las atesoré en lo más profundo de mi corazón. Hasta hoy.

Han pasado casi quince años desde que murió mi padre... y son muchas las lecciones que de él sigo recibiendo:

* El amor está siempre presente en la vida, incluso en nuestras tragedias.

* Un extraño tiene también el poder de consolar.

* Nuestras lecciones en el amor vienen de muchas formas, de todo tipo de personas y situaciones.

* No importa quiénes somos, ni qué hacemos: todos podemos amar y ser amados. Podemos abrir nuestro corazón al amor que nos rodea y devolver amor.

* Sea cual sea la forma en que lo llamemos —Dios, alma…—, el amor vive en el interior de todos nosotros, es lo que da a nuestros días un profundo significado, es aquello de lo que realmente estamos hechos.


«Todas las noches en mis sueños te veo, te siento… Así es como sé que estás vivo.
Más allá de la distancia y del espacio que hay entre nosotros, has venido para hacerme saber que estás vivo.
Cerca, lejos, dondequiera que estés, creo que tu corazón sigue latiendo.
Una vez más abres la puerta y estás aquí, en mi corazón, y mi corazón seguirá adelante...»
[“My heart will go on” (Mi corazón seguirá). Banda sonora de la película “Titanic”].

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