Cuando superes la noche, ojalá despiertes y veas el sol.
Ten fe y hallarás el camino.
De la canción “May it be” (Puede ser). Enya
Fuente: Este cuento está incluido en el libro “Cuentos para confortar el espíritu” de Ramiro Calle con el título de “La carreta de bueyes y la carreta de búfalos”.
Un grupo de aspirantes espirituales estaban siempre cavilando sobre la existencia del destino. Barajaban toda suerte de hipótesis y como no llegaban a ninguna conclusión satisfactoria, acudieron a visitar a un renombrado sabio y le expusieron sus dudas. El sabio sonrió por unos instantes y los citó al alba del día siguiente.
El día amaneció claro, y los jóvenes se presentaron ante el maestro, que los invitó a dar un paseo por los alrededores.
Caminaron entre riscos y el sabio le pidió que se detuvieran al llegar a un cerro para observar desde allí una encrucijada de caminos. Los muchachos estaban expectantes, pero el sabio guardaba un perfecto silencio.
Entonces los jóvenes vieron que por un camino venía una carreta de bueyes y una de búfalos por otro. De repente, los bueyes se sobresaltaron y su carreta se estrelló contra la otra. Tras contemplar todo lo sucedido, preguntó el maestro:
—¿Ha sido un accidente? ¿Se debe al destino? ¿Es el efecto de una causa?
Los jóvenes se quedaron pensativos, sin responder. Precisamente eran ésas las preguntas que querían que les resolviese el sabio. Éste hizo una pausa antes de hablar.
—Si no hallamos una razón que explique lo sucedido, podemos decir que ha sido un mero accidente obra del azar. ¿No es así?
—Así es —contestaron los jóvenes.
—Pero también ha podido ser cosa del destino, suponed que, acontecimientos del pasado hayan hecho que la carreta de bueyes deba chocar contra la de búfalos, o bien que este hecho sea necesario para que uno de los campesinos comprenda algo, o así se salde la deuda kármica, o solo porque tenía que suceder de forma inevitable. ¿No es así?
—Así es.
—Pero puede ser una simple coincidencia o una coincidencia cargada con un sentido que escapa a nuestra pobre visión humana. ¿No os parece?
—Exacto —convinieron los jóvenes.
—Bueno —agregó el sabio—, también puede ser que el buey se haya desbocado porque le haya picado un tábano. En ese caso, sería un efecto producto de una causa, ¿no creéis?
—Ciertamente —asintieron los aspirantes espirituales.
El sabio guardó silencio. Los jóvenes también. Pasó un tiempo y el sabio preguntó:
—¿Y…?
Los jóvenes se miraron entre ellos, atónitos. Estaban igual que al principio.
—¿Y…? -preguntó a su vez uno de ellos.
—Pues que tanto puede ser accidente o coincidencia o azar o causa o destino…
—Pero eso es lo que intentamos dilucidar desde hace meses —protestaron casi enojados los muchachos—. ¿De qué depende?
—De la mente —dijo el sabio— . Puede ser todo, puede ser nada, puede ser una cosa a la vez que la otra. Dejad de atormentaros inútilmente y dedicad esa energía a meditar. Os irá mucho mejor, os lo aseguro.
Especular sobre la existencia del destino puede acabar, como poco, atormentando la mente. Lo incognoscible es incognoscible. Conviene mejorar la propia mente, para que, en lugar de engendrar desdicha, produzca satisfacción y compasión.
- ¿Destino o libre albedrío?
- Dios nunca de equivoca
- La vida no es justa
- Mala o buena suerte... ¿Quién sabe?
- Mi mayor bien
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