Cuando me miro en el espejo, aunque mi pelo es ya gris, casi blanco, me veo en buena forma y en plenitud de facultades, pero mentiría si no dijera que percibo, también, que mi cuerpo está, naturalmente, envejeciendo.
No niego el valor de llevar una vida saludable para seguir activa y en forma, pero soy consciente de que el deterioro es y será real e inevitable. No quiero sufrir por ello ni que el miedo me paralice. No deseo perder el tiempo quejándome ni resistiéndome. Quiero aceptarlo con elegancia.
La vida humana es un misterio que tiene fecha de caducidad. Sí o sí, la muerte me llegará, pero quiero envejecer con confianza para poder gozar del día a día y danzar con la vida mientras me sea posible.
Deseo confiar… de la misma manera en que, entregándome al reparador sueño, “muero” cada noche y, a la mañana siguiente, me despierto “renacida” a un nuevo día.
Tengo presente que yo no elijo. Dios decide. Doy gracias al cielo y el poder de la palabra “gracias” neutraliza los venenos de la tristeza, la ira y el desánimo.
Quiero servir al mundo y vivir con amor hasta el final.
Mi corazón confía. Esa es mi libertad.
- Dignificar el envejecimiento
- Está en tu mano cómo envejecer
- Gracias
- Lleva tiempo llegar a ser joven
- Lo que importa es la edad que sientes
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