Una vez, por Nochebuena, en una granja, el gallo convocó a todos los animales a una reunión urgente, porque tenía que comunicarles una cosa importante.
Asistieron todos: el pavo, la gallina, el cerdo, la oca, el conejo, el caballo, el cordero, el pato, la cabra, la vaca y el burro; y cuando todos estaban allí reunidos, muy atentos y formales, esperando a que el gallo les hablara, este les dijo.
—Queridos compañeros, os he reunido aquí porque se me ha ocurrido una idea genial.
—¿Qué idea? —exclamaron todos entusiasmados.
—¿Sabéis que mañana es Navidad? —les preguntó.
—Hombre, claro que lo sabemos —respondió el cordero—, ¿cómo quieres que los animales de granja no sepamos estas cosas? ¡Bastante pena tenemos!
—Mi idea —continuó el gallo— en que también nosotros podemos celebrar la Navidad.
—¿Celebrar la Navidad? —preguntaron todos un poco extrañados—. Los animales no celebramos las cosas. ¿Cómo podemos celebrarla?
—Pues yo digo que sí que la podemos celebrar. Y para celebrarla, propongo que organicemos una gran fiesta —respondió el gallo—. No me diréis que no es una gran idea.
—¿Una gran fiesta? —gritaron todos a la vez.
—Por supuesto —continuó el gallo—, tal como lo hacen las personas. Por Navidad preparan unas comilonas increíbles. Nosotros podemos hacer lo mismo. Por Navidad no comeremos ni grano, ni pienso, ni otras porquerías de esas que nos dan. ¡Que se note que es una fiesta! Así, al menos una vez al año, comeremos como Dios manda. Comeremos barquillos y turrones, y beberemos cava y vino dulce y…
Mientras el gallo iba hablando a todos les brillaban los ojos de alegría. Finalmente, sin dejarlo terminar, exclamaron a la vez:
—¡Bravo!
—¡Caramba! —dijo el burro—, esta sí que es una gran idea.
Y más contentos que unas castañuelas corrieron a decorar un árbol que había en la entrada del gallinero para crear un poco de ambiente navideño. Cuando acabaron, lo miraron y exclamaron:
—¡Oh, qué bonito!
—Ahora tenemos que preparar la comida para mañana —dijo el gallo muy satisfecho.
—Primero podemos preparar una sopa —propuso la vaca.
—Esto empieza a animarse —exclamó el cerdo lamiéndose el morro.
—Pues tendremos que matar a la gallina —añadió la vaca—, porque para la sopa se necesita caldo de gallina.
—¿Matar a la gallina? —preguntaron todos.
—Naturalmente —continuó la vaca—. Si no, la sopa no quedará buena.
—¡Ni se os ocurra! —replicó la gallina indignada—. Al primero que se atreva a tocarme una pluma se acordará de mí toda su vida. Será posible…
—Bueno mujer, no te enfades, que no es para tanto.
—Pasemos al segundo plato —continuó la vaca—. Propongo que hagamos pavo relleno de ciruelas.
—¡Bien! —gritaron todos menos el pavo, que dijo:
—¡Qué chiste más gracioso! ¡Ya os cuidaréis de tocarme!
—Venga, chico, es un plato muy típico de Navidad —dijo el caballo para intentar convencerlo.
—Pues podríamos comer pollo al horno —replicó el pavo—, que también es un plato muy típico.
—Ah, pues no estaría mal —respondieron todos menos el gallo, que dijo muy indignado:
—¡De ninguna manera! ¡Desagradecidos! ¿No se os ocurre otra cosa que pensar en desplumarme?
—De acuerdo, de acuerdo —dijo la vaca, no os peleéis, por favor, que si no, aguaremos la fiesta.
—Pues tendremos que matar al cordero y al cerdo —dijo la cabra.
—¡Sí, hombre! —exclamó el cerdo dispuesto a pelearse con el primero que se le acercara.
—No pensaba yo en otra cosa ... —añadió el cordero desafiante.
—Lo que ocurre es que tenéis poco espíritu de colaboración —dijo la oca.
—¡Tú calla! —replicó el cerdo—, que todavía comeremos canapés de foie-gras para el aperitivo.
Y a partir de aquel momento se organizó un jaleo monumental, donde nadie escuchaba lo que se decía.
—¡Vale ya! —gritó el conejo con energía—. Así no haremos nada. Señores, propongo que pasemos directamente a los postres y comamos barquillos y turrones remojados con un buen vino dulce.
Y así se hizo. Al acabar, el gallo pidió la palabra y dijo que querer celebrar la Navidad con una gran comilona, como hacen las personas, no era tan buena idea porque después de todo, donde esté un buen pienso…
Todos se abrazaron conmovidos y gritaron:
—¡Que recite el verso!
Y el gallo, sin poder disimular la emoción, se subió a una silla y, con lágrimas en los ojos, dijo:
“Ahora, lleno de felicidad,
sé que no es necesaria
una buena comilona
para celebrar la Navidad.
Es mejor que vivamos unidos
y no acabar como enemigos”.
Todos saltaron de las sillas, se fundieron en abrazos y besos y deseos de una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo.
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