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domingo, 29 de noviembre de 2020

Educar offline


Fuente: “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” de Marian Rojas Estapé.

El siglo XXI es el siglo de la hiperestimulación; gracias —o pese— a las “nuevas” tecnologías, el cerebro se ve expuesto y obligado a procesar cantidades ingentes de datos que llegan a nuestros sentidos, fundamentalmente la vista, que irrumpen en oleadas o de forma simultánea. Esta hiperestimulación tiene graves consecuencias; los niños y jóvenes, acostumbrados a este bombardeo, precisan estímulos cada vez más fuertes e intensos para motivarse. Esto merma su curiosidad, asombro y ganas de querer aprender algo que vaya más allá del mundo digital. Se encuentran desmotivados y su creatividad e imaginación completamente anuladas. No solo eso, desde la infancia, se los acostumbra a un ritmo de vida y a una intensidad que dificulta la serenidad y el disfrute del silencio. Se puede afirmar que saltan constantemente de un estímulo a otro.

No olvidemos que el éxito en la vida lo logran las personas que son capaces de concentrarse y enfocarse en lo que realmente desean, siendo capaces de perseverar en el propósito. La atención del cerebro se desarrolla en la corteza prefrontal. Esta zona se encarga de la voluntad, el autocontrol y la planificación de una tarea. Hay que desarrollar esta zona del cerebro en los niños desde pequeños. Es una de las más importantes de la mente.

Veamos cómo se desarrolla la corteza prefrontal desde el nacimiento. Un bebé comienza a prestar atención cuando ve luz; a los meses de vida, su atención se focaliza donde encuentra luz, movimiento y sonido. El gran reto de la educación consiste en conseguir que los niños presten atención a “cosas” no móviles ni luminosas: papel, comida, escritura, lectura, deberes… Se trata de que sean capaces de concentrar su atención de forma voluntaria.

Si en ese instante de su vida damos a los niños teléfonos o tabletas, la atención del niño vuelve a luz-movimiento-sonido. No es un avance en su corteza prefrontal, sino un retroceso claro, ya que el niño se motiva y responde como cuando era bebé. La única diferencia es que los sonidos son más intensos y las luces y movimientos cambian a una velocidad más vertiginosa.

El cerebro de los jóvenes necesita aprender a focalizar su atención, a desarrollar de manera sana la zona frontal del cerebro responsable de la voluntad y del autocontrol. Una exposición excesiva a la pantalla inhibe el correcto funcionamiento con un claro déficit en la atención y en la concentración. Hoy existe una gran corriente sobre la importancia de la meditación, en particular, el mindfulness —atención plena—. Enseñamos a los jóvenes a no concentrarse y de adultos luchamos por recuperar la capacidad de autocontrol de nuestra mente y atención. Realmente hay algo que no estamos haciendo bien.

La hiperconectividad se encuentra íntimamente relacionada con la hiperactividad. El famoso TDAH —Trastorno por déficit de atención e hiperactividad— guarda un estrecho vínculo con ello. Los jóvenes diagnosticados de TDAH poseen grandes dificultades en la concentración y atención y baja tolerancia ante la frustración. El uso prolongado de las tecnologías produce alternativas gratificantes, fáciles y atractivas, pero dificulta el ser capaces de prestar atención a estímulos no digitales.

Hay que educar offline. Sí, sobre todo a nivel emocional y social. La comunicación cara a cara es el mejor modo de aprender a leer las emociones del otro. No olvidemos que la tan conocida inteligencia emocional es una de las claves del éxito en la vida. La pantalla es la peor educadora para lograrla. Aísla y encapsula al niño de todo lo que le rodea. Frena la capacidad de entender las emociones, de conectar con las personas, con sus emociones y anula la capacidad de expresar lo que uno siente mirando a los ojos de la persona que tiene enfrente.

Los jóvenes conectan más fácilmente con una pantalla, una red social o un videojuego que con la naturaleza, las personas y la realidad.

No se trata de negar la tecnología, ni negar el avance digital, sino de saber introducirla de forma sensata y escalonada en la vida de los niños y adolescentes, enseñándoles a ellos mismos a controlar el acceso a las aplicaciones y a los contenidos.

Decidamos realmente educar para conectar primero con la realidad de las cosas, las emociones de las personas y la naturaleza. Hecho esto, estaremos preparados para adentrarnos, paso a paso, en el mundo digital.


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