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viernes, 20 de noviembre de 2020

Las culpas inexistentes

Fuente: “Las siete llaves” de Álex Rovira y Trías de Bes.

Muchas de las películas de Disney están basadas en una culpa inexistente y la trama siempre es la misma: la culpa dificulta la consecución del destino y sume al protagonista en la vergüenza, la tristeza, la ocultación, la huida y la autoeliminación. El protagonista casi siempre se evade y, alienado de la realidad, se aísla en un mundo aparte para poder vivir sin la losa de la culpa.

Un claro ejemplo lo tenemos en la maravillosa película de Disney “El rey león”. El pequeño Simba se cree culpable y responsable de la muerte de su padre que es arrollado por una estampida de bisontes en un desfiladero. El protagonista, que se siente indigno, carga con una losa que le imposibilita asumir su cargo, su destino y su función: ser el rey de la manada y de los animales de su ecosistema.

Cuando Simba conoce a Pumba y Timón (la mofeta y el jabalí) cantan la célebre canción “Hakuna matata”, que significa “No hoy problemas”. La estrategia de Pumba y Timón es desentenderse de las obligaciones y del propósito vital, del destino que realmente espera a Simba, y esconderlo en una vida paralela donde ser felices. Pero esa felicidad es falsa y, en consecuencia, efímera. Les proporciona una dicha en una burbuja temporal, la de la huida. Pero su misión, lo que Simba está llamado a ser, siempre golpeará su puerta. Cuando se despoja de la culpa, afronta su responsabilidad, ajusta cuentas con Scar, su tío, el verdadero perpetrador del asesinato, lo vence y recupera el cetro de la manada y de la sabana.

El rey león es una película sobre el sentimiento de culpa, la huida de la realidad y el autocastigo que estos generan.

Una culpa inexistente es una responsabilidad que constantemente se te atribuye y por la que se te reprocha errónea o injustamente.

Te la puede atribuir y crear otra persona, pero eres tú quien, en última instancia, la haces tuya y la incorporas como una culpa real. Si cargas a cuestas en tu vida con una culpa que no te corresponde, el responsable, en definitiva, y aunque suene duro, eres tú.

Tú no creas culpas por ti solo. Las forjan otros consciente o inconscientemente. Otras personas “culpabilizadoras” han ido tejiendo poco a poco esa sensación de autoría, de hacerte creer que eres la causa de un dolor, de una afrenta, de la tristeza que ellos sienten. Pero eres tú quien, a la postre, te la echas a la espalda.

Vivir con culpas inexistentes es cargar con una mochila que es la responsabilidad de otras personas. Pongamos algunos ejemplos: Tú no eres responsable de la separación de tus padres; de los problemas económicos de tu hermano; de la depresión de un amigo; de la enfermedad de tu pareja… Tú no puedes vivir las vidas de los demás. Puedes ayudar, puedes amar, ser paciente, pero no sentirte culpable del dolor, de los fallos, de los errores o de los fracasos ajenos. La felicidad del otro no es responsabilidad más que de sí mismo.

Asumir una culpa inexistente es asumir la responsabilidad de un daño que no has producido y te lleva a pagar un precio muy alto. Cuando te sientes culpable, te sientes indigno. La falta de dignidad te conduce hacia la falta de respeto por ti mismo. La culpa inhibe el gozo, el disfrute, la alegría de vivir, el deseo de sonreír ante las pequeñas cosas cotidianas. La culpa es como una sombra que anula tu capacidad de disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida.


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