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domingo, 13 de diciembre de 2020

La necesidad de sentirse querido

Fuente: “Parábolas para vivir en plenitud” de Antonio Pérez Esclarín.


El leñador y su esposa

El cuento “El leñador y su esposa” es una adaptación del cuento que Paulo Coelho incluye en el artículo “La necesidad de recibir: No sentirse inferior”

Había un leñador, fuerte y robusto, que contrajo matrimonio con una mujer totalmente distinta: delicada, suave, con unos dedos prodigiosos con los que realizaba unos extraordinarios bordados.

El leñador estaba muy orgulloso de su esposa y pasaba todo el día en el bosque para que no faltara nada en la casa.

Tuvieron tres hijos que crecieron, estudiaron, se casaron y se fueron a vivir lejos de la casa de sus padres.

Cuando quedaron solos, el hombre siguió trabajando con el mismo afán. A pesar de los años, no disminuía su extraordinaria fortaleza. La mujer, sin embargo, fue languideciendo, dejó de bordar, perdió el apetito, dejó de salir de la casa y pasaba casi todo el día en la cama.

El esposo no sabía qué hacer y se la pasaba dando vueltas como un león enjaulado. Una noche, la esposa empezó a arder de fiebre y una palidez de muerte devoró su rostro.

El leñador tomó en sus manos toscas los delicados dedos de la esposa y comenzó a llorar:

–No me dejes, por favor, no me dejes –gritaba entre sollozos.

La mujer hizo un gran esfuerzo por levantar su pregunta sobre la llamarada de su fiebre:

–¿Por qué estás llorando?

–¡Porque te necesito!

Una chispa suave avivó los ojos de la esposa:

–¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo creía que cuando los hijos crecieron y se fueron, ya mi vida no servía para nada. Me sentía tan débil y tan frágil y te veía tan fuerte y tan seguro de ti mismo…

–Me daba pena decirte lo mucho que te necesitaba. Pensaba que no te merecía. Tenía tanto miedo de perderte…

Desde ese momento, la mujer volvió a recuperar la salud, empezó de nuevo a pasear por el bosque y sus dedos recobraron su agilidad y su arte. Su vida había vuelto a tener sentido porque alguien la necesitaba. Alguien era capaz de recibir lo que ella tenía: amor.

No basta querer, es necesario que el otro se sienta querido, que experimente y compruebe el amor. Muchas veces, basta un gesto cariñoso, una simple palabra: “te quiero”, “te necesito”, “cuenta conmigo”…

No nos han educado para expresar nuestros sentimientos y con frecuencia nos privamos de expresar nuestro amor. Pensamos que la otra persona va a pensar que somos sensibleros o cursis y, en muchas ocasiones, expresamos cosas bellas de las personas cuando han fallecido y no pueden oírlas. Ya es tarde…

Todos necesitamos sentirnos valorados y queridos. Todos necesitamos ser reconocidos y apreciados. Todos tenemos hambre de refuerzos positivos. Todos queremos experimentar que somos importantes para los demás y que se valoran nuestros logros y nuestra manera de ser.

Es cierto que solo si uno se acepta y quiere, podrá aceptar y querer a los demás, pero no es menos cierto que la autoestima parte siempre de la estima del otro y es imposible quererse si uno no ha experimentado el amor.


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