En cierta ocasión, unos alumnos le preguntaron a su profesor cómo se podía alcanzar la felicidad. El maestro pensó durante unos momentos la mejor manera de explicárselo y, poco después, les entregó un globo de color rojo a todos los alumnos de la clase y les pidió que lo inflaran y que escribieran con rotulador negro su nombre en él.
Cuando terminaron, el profesor les pidió que lanzaran sus globos al aire por la clase y que salieran fuera del aula. El profesor mezcló todos los globos. Cuando pasaron unos minutos, les pidió que regresaran a la clase y les dijo:
– Tenéis que encontrar vuestro globo en menos de medio minuto.
Con gran alboroto cada alumno intentó recuperar el globo con su nombre, pero, como todos los globos eran rojos, no resultaba fácil y, corriendo de un lado para otro, se desesperaban y resultaba cada vez más difícil que alguno encontrase su globo. Pasado el tiempo, el maestro les gritó que parasen:
–¡Parad! Vamos a comenzar de nuevo. Coged el globo que tengáis más cerca y entregádselo a su dueño.
Así lo hicieron y todos los alumnos recuperaron su globo en menos de medio minuto. Entonces, el maestro añadió:
– Ya habéis visto lo que ha ocurrido. Al buscar vuestro propio globo, habéis perdido mucho tiempo y os habéis puesto nerviosos, pero cuando os habéis ayudado unos a otros, la tarea se ha podido completar rápidamente. Estos globos son como la felicidad. Si nos centramos únicamente en buscar la nuestra, tardaremos mucho tiempo en encontrarla. Sin embargo, si ayudamos a los demás a encontrar la suya, lograremos la nuestra más fácilmente.
- A partir de hoy
- Dar para recibir
- Dar par recibir (II)
- El gran secreto de la vida
- No te canses de dar
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