El director de cine Luis García Berlanga, estrenaba el año 2002 su última obra: el cortometraje “El sueño de la maestra” para celebrar el 50 Aniversario del estreno de la película “Bienvenido Mr. Marshall”.
Protagonizado por Luisa Martín, con Santiago Segura y Manuel Alexandre, Berlanga retoma y adapta a nuestros días una escena que la censura no le permitió rodar para “Bienvenido Mr. Marshall”.
La víspera de la llegada de los americanos, los personajes principales sueñan América. Don Cosme, el cura (Luis Pérez de León), tiene pesadillas con el Comité de Actividades Antiamericanas y con el Ku Klux Klan; el hidalgo Don Luis (Alberto Romea) es merendado por una tribu de salvajes al consumar su conquista de las Indias a bordo de la carabela Purita. Don Pablo, el alcalde (Pepe Isbert), se convierte en el sheriff de un western adueñándose del café del pueblo, eventualmente convertido en saloon de can-can, donde por fin puede gozar de una actuación privada de Carmen Vargas cantándole “Aunque esté en Arizona, por flamenco cantaré”.
Sólo un personaje no sueña: la señorita Eloísa (Elvira Quintillá), maestra del pueblo. Originalmente, la joven maestra imaginaba la gozosa seducción de un fornido equipo de jugadores de fútbol americano pero la censura no permitió esas escenas.
El cortometraje es un valiente plano secuencia de doce minutos sin corte alguno.
Un prólogo, recuperado de archivos del NO-DO, nos muestra un discurso doblado en el que Franco, imitando la megalomanía de pega de Pepe Isbert desde el balcón del Ayuntamiento, dice aquello de: “Como Caudillo vuestro que soy, os debo una explicación y esa explicación que os debo, os la voy a pagar”.
“Plantá en la Plaza del Caudillo en 1952, y cremá en 2002”, rezan los títulos de crédito. Berlanga, como bien avisa, monta una “falla” cuyo ninot central es una sádica y corpulenta Luisa Martín ―nada que ver con la dulce maestra de Elvira Quintillá―. La nueva maestra alecciona a sus alumnos sobre los Estados Unidos (en íntegra fidelidad al film original), como cuna de las películas, de los donuts… y de la pena de muerte. El corto se convierte en una clase magistral sobre los métodos de ejecución humana. La maestra explica a sus alumnos/as, paso a paso y con todo tipo de detalles, cómo son los distintos tipos de ejecuciones: la silla eléctrica, el garrote vil, la horca ... e ilustra sus explicaciones ejecutando a sus alumnos/as y así, reo tras reo, va componiéndose el grupo escultórico listo para la cremá.
El episodio lo cierra la agraviada y querida Elvira Quintillá cuyo personaje fue, sin duda, el peor parado de la decisión de la censura de entonces.
Finaliza el corto con la voz de Luisa Martín y de los niños protagonistas cantando a coro “La pena de muerte” como Miliki cantaba Mi barba tiene tres pelos.
Es un trabajo crudo, ácido y muy irónico, negrísimo se mire por donde se mire, que supone, además, un duro alegato contra la pena de muerte y, de paso, no deja demasiado bien parada a nuestra historia reciente.
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