La huella ecológica es un indicador del impacto ambiental que genera la demanda, por parte de los seres humanos, de recursos de la Tierra en relación con la capacidad del planeta para regenerar esos recursos.
“La Huella de Carmela” es un cortometraje realizado por Evelin Navarro para el II Festival Ecológico “La Luciérnaga Fundida” que organiza la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), con el que obtuvo el segundo premio.
La protagonista es su propia abuela, Carmela, una mujer de un pueblo granadino que nunca ha salido del mismo. El vídeo busca que nos cuestionemos sobre nuestra huella que será, sin duda, mucho mayor que la de las anteriores generaciones. Para ello, muestra dos realidades: la de nuestro modo de vida, reflejada en las letras que van apareciendo al comienzo de cada escena, y la realidad de su abuela Carmela, una mujer que, aunque conoce los avances existentes, prefiere recurrir al modo de hacer tradicional en algunos aspectos de su vida.
El vídeo es un poco exagerado y algo cómico. No se trata de que renunciemos a los avances, pero sí de que recapacitemos: ¿Realmente necesitamos tanto? Lo que creemos necesario e imprescindible ¿realmente lo es?
“La onda verde”
Vivimos tiempos en los que el “Marketing verde” nos invade y pensamos que estas tendencias se debieron adoptar mucho antes por el bien del planeta. Pero ¿qué están haciendo las nuevas generaciones para no dañar el planeta y qué hacían las generaciones anteriores?
Me parece genial al respecto, el mensaje de correo electrónico titulado “la onda verde” que, desde hace tiempo, circula por internet.
«En la fila del supermercado, el cajero le dijo a una señora mayor que tenía que traer su propia bolsa para la compra porque las bolsas de plástico no son buenas para el medio ambiente.
La señora, educada, se excusó:
—En mis tiempos no había esta onda verde…
El empleado le contestó:
—Su generación no tuvo cuidado de preservar el medio ambiente y por eso ahora tenemos un grave problema.
El cajero tenía razón: nuestra generación no tenía conciencia ecológica.
En aquel entonces, las botellas de leche, refrescos, cerveza, vino… se devolvían a la tienda que las enviaba de nuevo a la fábrica para ser lavadas y esterilizadas antes de llenarlas de nuevo. Las mismas botellas se podían usar una y otra vez.
…Pero en nuestros tiempos no teníamos conciencia ecológica.
Subíamos las escaleras porque no había ni ascensores ni escaleras mecánicas.
Íbamos a hacer la compra andando en vez de coger el coche.
La gente tomaba el tranvía o el autobús y los chicos iban andando o en bicicleta a la escuela en lugar de usar a la mamá como un servicio de taxi.
…Pero en nuestros tiempos no teníamos conciencia ecológica.
Lavábamos los pañales de los bebés porque no había desechables.
Secábamos la ropa en tendederos a base de energía eólica y solar, no en esas secadoras consumidoras de energía eléctrica.
En la cocina se molía y batía a mano porque no había máquinas eléctricas que lo hicieran.
Para cortar la hierba usábamos una podadora que funcionaba “a músculo” no con gasolina o electricidad.
…Pero en nuestros tiempos no teníamos conciencia ecológica.
Los chicos no llevaban siempre modelitos nuevos y usaban la ropa de sus hermanos mayores.
Teníamos una televisión en la casa, no un televisor en cada habitación.
Teníamos un enchufe en cada habitación, no regletas de enchufes para alimentar una docena de aparatos.
Hacíamos ejercicio trabajando, así que no necesitábamos ir a un gimnasio para correr sobre pistas mecánicas que funcionan con electricidad.
…Pero en nuestros tiempos no teníamos conciencia ecológica.
Para proteger algo frágil que teníamos que enviar por correo, no usábamos plástico para embalaje con burbujas, sino papel de periódico.
Cuando teníamos sed, bebíamos en una fuente en lugar de usar vasos o botellas de plástico cada vez que teníamos que beber agua.
Recargábamos las plumas con tinta.
Cambiábamos las cuchillas de afeitar en vez de tirar a la basura toda la maquinilla.
…Pero en nuestros tiempos no teníamos conciencia ecológica.
No necesitábamos un aparato para recibir señales de satélites, a kilómetros de distancia en el espacio, para encontrar la pizzería más próxima.
Me parece lamentable que la actual generación nos tache de irresponsables por no tener esta onda verde en nuestros tiempos».
Yo llevo mis bolsas a la compra. Así lo hice en mi niñez y adolescencia y así lo hago en mi madurez. Siempre reutilicé las bolsas que me daban cuando hacía la compra como bolsas para la basura. Ahora tengo que comprarlas. Por eso, no creo que “el beneficiado” sea el medio ambiente. Estoy harta de que los cajeros y cajeras de los supermercados, cumpliendo órdenes, me repitan como autómatas antes de empezar la cuenta:
—¿Va a querer bolsas?
Si en un mercado te ofrecen un producto, es porque quieren venderlo. Si verdaderamente se pretende colaborar en la defensa del medio ambiente, no deben ofrecerse bolsas de plástico. Si el cliente las necesita, ya las pedirá.
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