“El Jueves”, cuyo subtítulo actual es “la revista que sale los miércoles”, es un semanario de humor satírico, editado en Barcelona desde 1977, que constituye el último superviviente de las revistas que surgieron en el llamado boom del cómic adulto en España. Dedicada a la crítica de la actualidad política, económica y social, en forma de chistes o tiras, se ha visto implicada en diversos procesos judiciales y polémicas.
De forma característica, la portada trata siempre sobre un tema de actualidad candente y es diseñada por alguno de los dibujantes colaboradores de la revista. El editorial analiza el tema de actualidad sobre el que trata la portada, con el tono humorístico y sarcástico habitual, y una sección titulada “Teníamos + portadas”, ofrece otros diseños alternativos para la portada.
“El Jueves” publicó en su nº 1817, del 21 al 27 de marzo, un editorial titulado “No disparen al funcionario” en el que se defiende a los trabajadores públicos. Precisamente hoy, día 11 de julio, las tijeras de los recortes del Gobierno se han cebado con los funcionarios y empleados públicos: el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha anunciado que no cobraremos la paga extraordinaria de Navidad en 2012.
No disparen al funcionario«Los funcionarios son esos señores y señoras que un buen día aprobaron una oposición en busca de un empleo estable. Su sueldo era seguro, pero escasito. Es más, cuando estalló ese tsunami de falsa prosperidad y este país se llenó de nuevos ricos, su sueldo, en comparación, era claramente una puta mierda. No obstante, la gran ventaja que tenían (esto lo valoran ahora) era que nadie se metía con ellos: en todo caso, si alguien les señalaba, era para compadecerse de su pobreza.
—Mira ese pringao: veinte años en la Administración, y gana al mes la cuarta parte de lo que yo saco en mi empresa sólo en horas extras.
Pero un día la crisis estalló y España, que estaba a punto de adelantar a Francia, según ZP, luego de haber pasado a Italia, empezó a irse al carajo. Resulta que la economía de este país se había basado casi única y exclusivamente en una burbuja inmobiliaria que nadie quiso pinchar a tiempo, y, cuando explotó, lanzó de golpe contra las oficinas del INEM a tres millones de parados. La recaudación fiscal cayó en picado y, como al mismo tiempo aquí se había despilfarrado en obras absurdas lo que no está escrito, corrupciones aparte, la deuda y el déficit se dispararon, se empezó a hablar de quiebra y el gentío volvió la cabeza hacia los culpables de tanta ruina: los jodidos funcionarios, que cada mes se llevan a casa su sueldo calentito, un sueldo que ahora, en comparación con tanto “ni-mileurista” como hay, es muy apetecible.
“¡Es que la partida destinada al pago de las nóminas de los empleados públicos no deja de crecer!”, protesta el gentío. Y lleva razón: tanto en la Administración Central, como en la Autonómica y la Local, cada día hay más gente colocada a dedo y más asesores. Los funcionarios de carrera, o sea, por oposición, no crecen porque sus bajas ya no se cubren, pero cada vez hay más enchufados.
Los gobernantes lo tienen muy fácil a la hora de estrangular a los funcionarios: el gentío ha sentenciado que hay que ir a por ellos. El gentío no distingue entre el burócrata que no da un palo al agua en su negociado (¿Para qué estará la inspección, oyes?) y el médico que no da abasto en urgencias, y los dos son funcionarios. Por eso los empleados públicos lo van a pasar francamente mal en lo que queda de crisis. ¡Les van a recortar hasta la calderilla!
—A ver, usted que tenía diez trienios, a veinte euros el trienio, va a pasar a tener cinco, a diez euros la unidad.
—¿Lo qué?
—Es que Bruselas nos ha dicho que a partir de ahora cada trienio tenga seis años. ¡Todo sea por rebajar el déficit, hombre, no ponga esa cara!
Si por el gentío fuera, incluso habría que fusilar a muchos funcionarios al amanecer, así nos ahorraríamos hasta sus futuras pensiones. Pero tampoco hay que pasarse. A no ser que el déficit se resista, claro».
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