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miércoles, 10 de octubre de 2012

El papel de víctima

Fuente: “Ahora yo” de Mario Alonso Puig.

En muchísimas ocasiones los seres humanos nos sentimos víctimas de las circunstancias: “es imposible que yo disfrute de mi trabajo si tengo un jefe insoportable”, “es imposible que vea la vida con alegría e ilusión si estoy enfermo”, “es imposible que no me sienta superado y estresado, cuando tengo que estar en mil frentes a la vez: el trabajo, la familia, las obligaciones, las tareas pendientes, los imprevistos…”.

Nos encontramos frente a uno de los autoengaños más demoledores: me meto en el papel de víctima y espero que las circunstancias cambien o a que alguien me saque o me salve de ellas.

A lo largo de nuestra vida, se han ido implantando en nuestra mente ideas sobre nuestra insuficiencia y nuestra incapacidad. Por eso, no hay confianza, no hay entusiasmo… Reaccionamos en vez de responder y justificamos nuestras desgracias culpando a alguien o a las circunstancias.

Cuando uno se experimenta a sí mismo como víctima, camina por la vida agotado, asustado y profundamente frustrado. El estado de ánimo que tenemos cuando nos sentimos víctimas reduce la eficiencia para hacer frente a las tareas de cada día. Además, nos vuelve irritables por lo que se hace especialmente complicada la sintonía con otras personas. Por si esto fuera poco, también genera un enorme cansancio que hace que estemos permanentemente agotados y que caminemos como zombis por la vida. El estado de ánimo que acompaña a la mentalidad de víctima es en sí mismo un problema que se agudiza cuando las circunstancias son de por sí complejas.

Ir de víctima significa asumir que no se es libre, sino esclavo de las circunstancias. Es tiempo de tomar las riendas de nuestra vida, de ser sus artífices y protagonistas y de ser capitanes de nuestro destino. Solo así saldremos de nuestra zona de confort y podremos descubrir un mundo nuevo.

¡Cuántas veces nos quedamos con lo malo conocido!


1 comentario

  1. Estoy totalmente de acuerdo. Es fundamental en la vida tener un espíritu positivo y saber asumir los fracaso como propios. Yo particularmente estoy satisfecho porque casi siempre he conseguido lo que me he propuesto,he alcanzado los objetivos fijados. También es cierto que mi ambición siempre fue escasa por lo que alcanzar unas metas asequibles sólo supuso esfuerzo por mi parte.

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