A veces, al mirarme en un espejo, al reflejarme en el cristal de un escaparate o en alguna de mis fotos recientes, “veo” la imagen de mi madre.
Siempre reconocí en mi aspecto más rasgos de mi padre que de mi madre y es por eso que me asombra cómo, con el paso de los años, se ha acentuado mi parecido físico con ella.
Que una hija se parezca a su madre, es lo más normal del mundo. No hay nada de especial en ello, pero sé que nuestra biología se transforma mediante lo que pensamos y sentimos y que estamos hechos de la misma materia que los sueños…
Ella está en mi pensamiento que es energía, y como tal, creando la realidad que vivo diariamente. Ella está en mis sueños.
Es por ello, quizás, que cada día me parezco más a mi madre.
«Hay cosas que te escribo en cartas para no decirlas.
Hay cosas que escribo en canciones para repetirlas.
Hay cosas que están en mi alma y quedarán contigo cuando me haya ido.
En todas acabo diciendo cuánto te he querido.
Hay cosas que escribo en la cama.
Hay cosas que escribo en el aire.
Hay cosas que siento tan mías, que no son de nadie.
Hay cosas que escribo contigo y hay cosas que sin ti no valen.
Hay cosas y cosas que acaban llegando tan tarde...
Hay cosas que se lleva el tiempo sabe Dios a dónde.
Hay cosas que siguen ancladas cuando el tiempo corre.
Hay cosas que están en mi alma y quedarán conmigo cuando me haya ido.
En todas acabo sabiendo cuánto me has querido.
Hay cartas urgentes que llegan cuando ya no hay nadie».
Rosana Arbelo (“Carta urgente”)
- Aceptar lo inevitable
- Cuando el Día de la Madre se celebraba el día 8 de diciembre
- Flores para mi madre
- Historia de un sueño
- Las manos de mi madre
No hay comentarios
Publicar un comentario en la entrada