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viernes, 2 de octubre de 2015

El capullo y la mariposa

Fuente: “El pescador de mentes” de Christian de Selys.

Un hombre encontró un capullo y lo llevó a su casa para observar cómo emergía la mariposa de él. Un día apareció un agujero pequeño. El hombre se sentó y observó durante algunas horas cómo la mariposa luchaba forzando su cuerpo a través de la pequeña abertura del capullo. Parecía que no había ningún progreso. Era como si la mariposa no pudiese salir. Estaba atascada.

El hombre, desde su bondad, decidió ayudarla. Tomó unas tijeras y cortó lo que faltaba para que saliera el pequeño cuerpo de la mariposa. Y así fue: la mariposa salió fácilmente, pero su cuerpo era pequeño y retorcido, y sus alas estaban arrugadas.

El hombre continuó observándola en espera de que en cualquier momento la mariposa estirara las alas, pero nada sucedía. De hecho, pasó el resto de su vida arrastrándose con su retorcido cuerpo, sin poder volar.

Lo que el hombre no entendió, a pesar de que lo hizo movido por su corazón y urgencia, es que la lucha requerida para salir del pequeño agujero era la manera en que la naturaleza inyectaba fluidos desde el cuerpo hacia las alas, de manera que se fortalecieran, preparándose para volar. Libertad y vuelo solo vendrían después de la lucha.

Privando a la mariposa de su proceso natural de lucha por sobrevivir, el hombre la despojó de su salud y su libertad.

El ejemplo de la mariposa podemos trasladarlo fácilmente al mundo humano.

Algunos padres no dejan a sus hijos experimentar, equivocarse y asumir las consecuencias del error. Más que ayudarlos, les están matando su potencial, les están atrofiando las alas y negando las herramientas para poder volar. A los niños y niñas les hacemos un flaco favor sobreprotegiéndolos. Es mejor acompañar, animar y orientar.


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