Era un viajero que se había perdido en el desierto y estaba a punto de perecer de sed. Pasó por allí una caravana y, en cuanto divisaron al moribundo, varias personas de la misma corrieron hacia él. Cuando una de esas personas iba a dar agua al sediento, las demás la detuvieron y le dijeron:
—¡Espera! Vamos a preguntarle a este buen hombre en qué prefiere que le sirvamos el agua.
Una de esas personas presentes dijo:
—Deberíamos dársela en una copa.
Otra replicó:
—Mejor dársela con ayuda de una cucharita.
Otra afirmó:
—Una cucharita es demasiado pequeña y sería mejor con un cucharón.
Otra preguntó:
—¿Pero por qué no directamente del pellejo del camellero?
Otra aseveró:
—Así se derramaría; es preferible con una tacita.
—¿Y no sería mejor empapando un paño con agua y depositándolo en sus labios?
Y porfiando cada persona y tratando de dar su opinión, el sediento expiró.
Una mente dispersa, o que se extravía en la periferia en lugar de ir al centro y se empantana con lo irrelevante, es fuente de confusión y no se percata de las que debieran ser prioridades ni procede con la urgencia del momento ni de acuerdo con las circunstancias. Hay que ejercitar la mente para que sea más directa y clara.
- Cualidades del amor
- Deja que fluya el bien
- El gran secreto de la vida
- La necesidad de sentirse querido
- No te canses de dar
Tus cuentos con moraleja tienen para mí la cualidad de evocar otros tiempos, cuando en la escuela se nos educaba con ese tipo de fábulas. Ahora pongo en duda que los maestros se detengan en esos relatos de apariencia liviana pero tan importantes para una buena educación. Un abrazo
ResponderEliminarYo solo puedo decirte que a los niños y niñas les encantan. Después de su lectura o tras escuchar su narración, hacen unas reflexiones y comentarios que, al menos en mis clases, dan mucho, pero que mucho "juego"...
EliminarGracias por tu comentario. Un abrazo.