«Un día, de golpe y porrazo, nos dicen que tenemos que recogerlo todo rápidamente y marcharnos a casa. Las altas esferas afirman que tenemos que seguir dando clase telemáticamente. Parece fácil, ¿verdad?
Algo tuvimos claro desde el principio: seguir con un repaso de lo ya trabajado en clase para dar margen de reacción a familias, niños y maestros. No avanzaríamos materia, solo cortas tareas que se podrían hacer rápido, más aún que cualquier tarde de estudio.
Comenzamos a ver qué medios funcionan mejor y nos damos cuenta de que, al igual que nosotros y nuestra propia familia, contamos con situaciones totalmente distintas: papás que tele-trabajan, familias monoparentales con un móvil para los dos hijos, hogares sin internet... pero para las altas esferas eso da igual.
La vida seguía y lo peor estaba por llegar: llamada de los superiores este lunes a las 9 de la mañana para recordar que hay que avanzar materia (lo haremos después de Semana Santa). ¿Cómo lo vamos a hacer? Y es que en la cabeza de los mandamases del país no entra que lo más importante ahora es sobrevivir en todos los sentidos: psicológica y físicamente. ¿Pero a ellos? A ellos les da igual.
Pues señores mandamases, los maestros y directores también lloramos. Lloramos porque tengo un padre en una situación horrible como autónomo, tengo una hermana en medio del caos madrileño y tengo a 32 maestros, 545 papás y mamás, y 360 niños esperando ver cómo solucionamos algo que no tiene solución.
“Tenemos que avanzar materia”. A partir de aquí, tendremos que habilitar los equipos, tendremos que enseñar al profesorado, tendremos que enseñar a las familias, tendremos que instalar programas para videoconferencias, tendremos que adaptar el futuro temario, tendremos que decir que los exámenes no podremos hacerlos, tendremos que... ¡Sobrevivir al coronavirus!
No os preocupéis, mandamases, que llevamos muchos días trabajando para llevar a cabo lo mejor posible todo nuestro trabajo. No os preocupéis porque sobre nuestra espalda cae el peso de la responsabilidad, el peso de toda aquella gente que dice que cobramos sin trabajar, o el peso de aquellas familias que pueden llegar a decir que hacen nuestro trabajo... Porque, mandamases, nosotros también lloramos.
No solo tenemos que sobrevivir al caos que estamos viviendo en todo el mundo, tenemos que sobrevivir a las desigualdades familiares, a nuestros propios problemas, a las críticas (porque nunca lo haremos bien para todos), sobrevivir a vuestras órdenes y, sobre todo, sobrevivir a una situación jamás antes vivida, en una constante incertidumbre. Porque, mandamases, nosotros tampoco contamos con los recursos y por eso, día a día, los maestros también lloramos».
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