Las personas mayores que, a causa del coronavirus Covid-19, están muriendo solas en residencias y hospitales sin poder despedirse de sus seres queridos, son los niños y niñas de la guerra y de la posguerra que nacieron entre bombas y cartillas de racionamiento. Vinieron al mundo en medio de la Guerra Civil y se van de él en medio de una pandemia.
Sin embargo, nadie muere solo. Cada ser viene acompañado desde su nacimiento hasta su muerte. A veces, en momentos de gran dolor, sufrimiento y soledad, nuestra percepción aumenta y podemos reconocer su presencia. Morir no es necesariamente un asunto triste. La agonía no es como la percibimos... Nadie que haya vivido una experiencia del umbral de la muerte, ha tenido a continuación miedo a morir.
Ojalá que en su viaje encuentren lo que esta vida les negó.
Fuentes: Artículo “La generación que construyó España” de Fernando Sánchez Salinero, entrada ¡Va por ellas! de este blog y “La muerte: un amanecer” de Elisabeth Kübler Ross.Fueron aquellos hombres y mujeres que nacieron en el horror de una guerra civil y pasaron el hambre atroz de la posguerra. Tuvieron que abandonar la escuela, habiendo tenido apenas tiempo de aprender a leer y escribir, para trabajar y colaborar en el sustento de la familia.
Ocupados como estaban en sobrevivir entre penurias económicas, crecieron sin echar cuentas a una sociedad castrada de derechos y libertades.
Fueron gente que vieron el trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les daría un futuro mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Sabían que el esfuerzo tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia.
Olvidándose de sí mismos, se dedicaron en cuerpo y alma a la crianza de sus hijos trabajando, con afán e imaginación, para que no les faltara nada esencial y, cuando pudieron vivir un poco mejor, se sacrificaron para que sus hijos estudiaran y tuvieran un futuro mejor, tejiendo, a la vez, una red que mantenía unidos a todos los miembros de la familia.
Son una generación de personas que compraban las cosas que se podían permitir, cuando se lo podían permitir. Que no pedían prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con celo, que gastaban en ropa y “lujos” lo que la prudencia les dictaba y ahorraban un poco “por si pasaba algo”.
Fueron, sin duda, artífices de un gran cambio social y para ellos la democracia significó libertad y posibilidades de seguir viviendo en armonía y respeto.
Fueron un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad, previsión y generosidad. Tan sensatos, prudentes y trabajadores fueron, que construyeron casi todas las empresas que hoy conocemos y que dan trabajo a la mayoría de los españoles. Y, por si todo esto fuera poco, ya jubilados, han cuidado de sus nietos y en tiempos de crisis les ayudaron a sobrevivir con sus modestas pensiones.
Desde aquí quiero dar las gracias a toda esa generación que nos regaló un gran país, que, entre todos, nos estamos encargando de arruinar.
Nuestros nietos serán incapaces de imaginar las historias legendarias que les contaremos sobre la prosperidad que crearon la generación de sus bisabuelos. Una generación de héroes de ser cierta la Ley del Contrato.
Descansen en paz.
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