Si aspiras, para causar buena impresión, a conseguir la perfección por fuera, a ojos de otras personas, probablemente te estés equivocando en la forma de abordar las cosas.
Las percepciones que otras personas tengan de nosotros no se pueden controlar. Sus sentimientos cambian y evolucionan.
Cuando confiamos en nosotros mismos y nos valoramos, las opiniones de los demás no son más que algo pasajero, a veces injustas, a veces acertadas, a veces incluso agradables, pero nunca de una importancia duradera. Lo que perdura es lo que opino yo de mí y lo que opinas tú de ti.
En muchos casos, a quienes emiten juicios realmente no les importamos; lo más probable es que estén pensando en lo que nosotros pensamos de ellos. O quizás se trata de lo que la columnista estadounidense Ann Landers comentó en una ocasión: “A los 20 nos preocupa lo que los demás piensen de nosotros. A los 40 no nos importa lo que piensen de nosotros. A los 60 descubrimos que nunca han pensado en nosotros”.
Si te preocupa lo que la gente piensa de ti, siento decirte que la gente no piensa en ti. La mayoría de las personas tienen sus propios problemas y están ocupadas pensando en otras cosas. ¿Crees que se pasan el día sentados y pensando en ti? Puede que seas importante, pero no tan importante. ¡La gente sigue con su vida!
Acabamos ofuscados con las críticas de los demás. Es casi absurdo: en nuestra cabeza, imaginamos lo que se les pasa por la cabeza a ellos, a pesar de que en nuestra cabeza no damos cuenta de que no es importante, y en su cabeza probablemente ellos están pensando en otra cosa. Vueltas y más vueltas.
Puede llevar tiempo y esfuerzo, pero la solución es dedicar nuestra energía a lo que sí podemos saber: quiénes somos en lo más profundo de nuestro corazón.
Todo lo demás es ruido.
- Conocer antes de juzgar
- Deja de juzgar
- Digan lo que digan
- La denuncia
- La infoxicación
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