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lunes, 18 de abril de 2022

La increíble migración de las monarca


Fuente principal: “Mariposa Monarca”

Las mariposas monarca son conocidas por su increíble migración masiva desde el sur de Canadá y el norte de los Estados hasta los bosques de oyameles (abetos) del centro de México. Este asombroso proceso de migración abarca cuatro generaciones. Las tres primeras generaciones viven entre tres y seis semanas, pero la cuarta generación, llamada Matusalén por su longevidad, vive unos ocho o nueve meses y es la que emprende la migración otoñal hacia los bosques de México central, donde hibernan. Pasado el invierno, la misma generación de mariposas inicia la migración de regreso hacia el norte.

Hacia mediados de agosto, la generación de mariposas llamada Matusalén inicia la migración al sur. Las mariposas abandonan sus territorios de verano y se van concentrando, agrupándose por millones, formando hermosas nubes anaranjadas, para emprender un viaje silencioso de casi 5.000 km hasta llegar a México. Entre octubre y noviembre llegarán a los bosques de oyameles, situados a más de 3000 m de altitud, del centro de México. Allí, forman grandes colonias en los llamados santuarios y permanecerán unidas hasta la primavera.

En los estados de Michoacán y México fue creada La Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca, declarada Patrimonio de la Humanidad, para proteger los bosques de oyameles, hábitat de la mariposa monarca.

Conforme bajan las temperaturas, en los meses de diciembre y enero, las mariposas forman racimos, que cubren troncos y ramas, para conservar el calor y mantenerse con vida. Cuando están en racimo, están aletargadas, con su actividad biológica al mínimo. Si, a causa de fuertes lluvias, vientos o heladas, se deshacen los racimos y caen al suelo, las mariposas, en estado de letargo, son incapaces de levantar el vuelo y mueren.

Hacia el mes de febrero, anunciando la inminente primavera, empiezan a subir las temperaturas y las mariposas despiertan de su letargo. Llenas de actividad, abandonan sus racimos en busca de agua y néctar. En las horas cálidas del día, cuando el sol brilla, los bosques se llenan de nubes de mariposas revoloteando. Es el momento de reponer fuerzas para emprender el viaje de regreso. En marzo, sus órganos sexuales alcanzan la madurez y, antes de partir hacia el norte, se aparean. Las mariposas machos mueren y son las hembras las que emprenden el viaje de regreso hacia el sur de los Estados Unidos.

Las mariposas que inician el regreso, son todavía, como ya hemos señalado, de la generación llamada Matusalén. En marzo es habitual encontrar enormes nubes de mariposas que atraviesan México en dirección hacia el norte.

En abril, llegan al sur de los Estados Unidos y ponen sus huevos en la planta conocida comúnmente como algodoncillo, ya que es la única que las orugas comen al nacer. Esta planta ofrece a las mariposas una eficaz defensa natural contra los depredadores, ya que hace que la mariposa monarca sea tóxica y tenga mal sabor. Tras poner los huevos, las mariposas mueren.

De esos huevos nace la primera generación de mariposas, “hijas” de las mariposas que hibernaron en México. Éstas continúan su viaje extendiéndose por las planicies centrales y las montañas del este de Estados Unidos, donde, en mayo, ponen sus huevos antes de morir.

La segunda generación, entre mayo y junio, continúa la migración extendiéndose por el norte de Estados Unidos y el sur de Canadá, su territorio estival.

La tercera generación nace y muere en su hábitat de verano, el norte de Estados Unidos y Canadá, desde Las Rocosas hasta el Atlántico pasando por los Grandes Lagos, donde los veranos son relativamente frescos. Estas son, pues, “las bisnietas” de las mariposas que hibernaron en México y serán los “padres” de la cuarta generación, otra generación Matusalén, que nace en agosto y que emigrará a México con la llegada de los primeros fríos otoñales. Por tanto, las mariposas de la cuarta generación son las “tataranietas” de las que migraron el año anterior.

La capacidad de orientarse y viajar instintivamente a un lugar en el que nunca han estado y al que nunca volverán, es una de las cualidades más extraordinarias de estas mariposas.

Nunca han estado en México y nunca volverán, pero, de algún modo, conocen el camino. Siguen las mismas rutas que sus ancestros y en ocasiones incluso vuelven al mismo árbol.

Según una creencia popular mexicana, las mariposas monarca, que suelen llegar a México entre los días uno y dos de noviembre, vuelven para visitar a sus muertos. Los bosques de oyameles son un santuario, un panteón. Allí quedan los cadáveres y ellas, al año siguiente, regresan.

Una leyenda cuenta que las almas de los seres amados regresan reencarnados en estos hermosos insectos y, por eso, cada año, son recibidos con ofrendas de velas e incienso.

Otra tradición señala que los muertos viajan en las alas de las mariposas y es así como llegan hasta los altares…


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