Basadas en la novela “La guerre des boutons” (1912) de Louis Pergaud, se han realizado varias adaptaciones cinematográficas. La primera, la realizó Jacques Daroy en 1937. En 1962 se estrenó la versión más popular dirigida por Yves Robert. En 1994 se hizo una adaptación en Reino Unido dirigida por John Roberts.
En la actualidad, dos adaptaciones coinciden en la cartelera: la dirigida por Yann Samuell, que mantiene la ambientación en los años sesenta, y la de Christophe Barratier, director de “Los chicos del coro”, que lleva el relato a la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial lo que le permite dirigirse a una audiencia no solamente infantil.
En esta entrada quiero recordar la película dirigida por Yves Robert en 1962 porque, al ser una de las películas de mi niñez, me traslada a una infancia donde éramos capaces de crear juegos de cualquier cosa.
Esta película nos muestra un mundo que ya no existe, ni podría existir. Las nuevas generaciones no se identificarán en absoluto con este tipo de niñez “al aire libre”.
La acción tiene lugar en los pueblos de Longeverne y Verlans (Francia) durante las vacaciones escolares del verano de 1961. Los niños no quieren ver a sus vecinos cerca de donde ellos viven y, al finalizar el curso, deciden hacerse la guerra armados con espadas de madera, tirachinas y palos. En una de esas batallas, Lebrac, un chico de trece años de Longeverne, conflictivo, pero de gran corazón, tiene una idea brillante: arrancar todos los botones de las ropas de los prisioneros que tomen. Se ha declarado la “guerra de los botones” y el pueblo que reúna el mayor número de botones será declarado vencedor.
Al ir creciendo esta “batalla” y en el transcurso de la misma, los niños irán asimilando importantes facetas de la vida adulta: compañerismo, trabajo en equipo, economía, libre comercio, política, estrategia, liderazgo, organización, disciplina…
En la película se denuncia la invalidez de un sistema educativo paterno-filial basado en la autoridad y la perpetuación generacional de los enfrentamientos. Como mensaje final nos lleva a reflexionar que cuando el hombre, sin importar su edad, pelea con sus semejantes cae en lo más bajo de la estupidez humana.
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