Cuento para niños y no tan niños
Fuente: “Zapatos de fuego y sandalias de viento” de Úrsula Wölfel.
Había una vez un conejo que siempre tenía miedo. Un conejo miedoso que se asustaba durante el día porque había mucha luz, y durante la noche a causa de la oscuridad. El zorro estuvo a punto de atraparlo una vez, y en otra ocasión lo persiguió un búho, por lo que apenas se atrevía a salir de la madriguera.
Pero una noche, como tenía mucha hambre, se aventuró hasta el lindero del bosque y se metió en un campo de tréboles. De pronto se llevó un susto enorme... vio una gran lechuza posada sobre la rama de un árbol y se dio cuenta de que le estaba mirando con sus ojos verdosos y brillantes.
—Me alegro mucho de que hayas venido, querido conejito –dijo la lechuza con amabilidad, y añadió—: ¡No sabes cuántas ganas tengo de comerte conejito!
El conejo se acurrucó entre los árboles y apenas podía moverse, a causa del gran miedo que sentía y que agarrotaba sus patitas.
Pero cuando volvió a levantar la vista hacia el lugar donde le acechaba, vio las estrellas que brillaban en el cielo, sobre el bosque.
—Mi querida señora lechuza... —murmuró con voz trémula—. Estoy muy flaco... ¿Acaso no preferiría unas palomas para la cena? Si se molesta en levantar la cabeza verá siete palomas cruzando el cielo.
—¿Por dónde? —gruñó la lechuza mientras alargaba el cuello.
El conejito señaló hacia siete hermosas estrellas que estaban muy cerca unas de otras.
La estúpida lechuza se relamió mientras pensaba: “¡Tengo que cogerlas!” Comenzó a volar hacia arriba, mientras que el conejito volvía corriendo al bosque y se metía en su madriguera, donde se encontró seguro.
- Diógenes
- El apego
- El diamante
- El esclavo
- El oro del avaro
No hay comentarios
Publicar un comentario en la entrada