Enrique Tierno Galván
Fuente: “Más gente tóxica” de Bernardo Stamateas.
El poder está en nuestra naturaleza, pero está mal visto que alguien diga “yo quiero tener poder” porque se ha confundido el poder con el abuso de poder.
El poder no es bueno ni malo, es como un martillo. Lo usas para lastimar a alguien o para clavar un clavo. Será tal como sea el corazón de quien lo manipula. Hay personas que tienen el corazón enfermo, pero ni ellos lo saben… hasta que tienen poder. Cuando tienen un poco de poder, se vuelven déspotas tratando con dureza a los demás y abusando de su poder.
Cada vez que haya poder junto con un corazón herido, ese poder se transformará en prepotencia, es decir, en un poder para herir. El poder, en definitiva, no corrompe, sino que activa y saca a la luz las frustraciones de una persona.
Si a una persona herida en el trabajo le dan un poco de poder, empezará a maltratar a todos, a gritar, a descalificar a los demás... De él para arriba tratará bien a todos, pero de él para abajo maltratará a todos.
Cuando abusamos de ese poder nos volvemos personas tóxicas para quienes tienen que compartir la vida con nosotros y para nosotros mismos, pues, al hacerlo, poco a poco vamos creyendo ser algo que no somos y vamos otorgándole más poder a aquello que creemos ser.
En el otro extremo, si solo veo lo malo o mis errores y no veo lo que hago bien o regular, me transformo en impotente. El impotente se pone en el papel de víctima, va llorando por los rincones y siempre se está quejando: de su suerte, de que siempre le pasa lo mismo, de que nada es culpa suya, de cómo lo tratan los demás, etc., etc., etc. En realidad, está resentido porque le da rabia que otros logren cosas y él no.
No nacimos para ser víctimas indefensas de nuestras circunstancias, sino para tomar las riendas de nuestra vida, para representar el papel protagonista, y sortear cualquier obstáculo.
Ernest Hemingway decía que el secreto del poder es la humildad. La humildad es un concepto que, por lo general, no está muy bien comprendido. Ser humilde es tener la capacidad de cambiar, es tener un espíritu con capacidad de aprender y no alardear como lo hace el prepotente. La humildad es una actitud interna que hace que administremos el poder de una manera sana y seamos “potentes”. Cuando la toxicidad sale de nuestra vida, dejamos de ser prepotentes o impotentes para ser potentes y estamos mucho más cerca de alcanzar lo que nos propongamos.
A veces, cuando, por falsa humildad, no reconocemos o minimizamos nuestro potencial, estamos negando a los demás la posibilidad de contar con nuestro talento. Tenemos que aprender a reconocer, sin vergüenza y sin miedo, lo que hacemos bien para poder, así, seguir creciendo.
Quien descubre sus fortalezas posee una autoestima sana. Todos tenemos habilidades para algunas cosas y para otras no. Haz las paces contigo mismo. Acepta que hay cosas que haces bien, cosas que haces regular y cosas que haces mal; que hay cosas para las que eres muy bueno, otras para las que no eres tan bueno y otras para las que eres un desastre; que en algunas cosas eres muy inteligente, en otras eres más o menos inteligente y en otras eres un caos.
La mejor manera de que nuestros hijos tengan buena estima no es decirles: “Quiérete, ámate, cuídate, ayúdate”, sino que ellos nos vean a nosotros mismos aceptar y celebrar las cosas que hacemos bien y corregir lo que hacemos mal.
Con la misma intensidad que celebramos lo que nos sale bien, tenemos que corregir lo que hacemos mal. Y con la misma intensidad con la que vemos lo malo, para corregirlo, tenemos que celebrar lo que hacemos bien.
Cuando hagas algo bien y te aplaudan, ¡cuidado!, mira también lo que haces mal porque hay que seguir creciendo. Mi potencial me hace multiplicar lo que hago bien y corregir lo que hago mal y transformarlo en crecimiento y nuevos logros.
- Arrebatar la atención
- Buscar reconocimiento
- El aprecio del mundo
- El papel de víctima
- El verdadero éxito
Aaaaaaaaa
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