Fuente: “Hermón” y “El diario de Eliseo” (Caballo de Troya) de Juan José Benítez.
El reino de Ab-bā (Padre) es un hervidero de vida. Los ángeles existen y en tal cantidad, que no hay medida en la Tierra para sumarlos. Hay miles y miles de tipos. La imaginación del Padre no conoce límites.
Los ángeles son criaturas preciosas creadas por Dios en total perfección. Son seres espirituales. No disponen de cuerpos físicos (no necesitan comer, no se reproducen…). Puro amor. Pura luz. Pura inteligencia. Cuando los veamos, en el “otro lado”, después del dulce sueño de la muerte, quedaremos asombrados.
Son criaturas que cumplen mandatos y misiones especiales. Desarrollan numerosos trabajos. Algunos pueden volar, pero no tienen alas (aunque así los imaginemos los seres humanos). Otros pueden estar en varios sitios a la vez… Van, vienen, llevan mensajes a las moradas más alejadas y, además, algunos ángeles cuidan de los humanos: son los ángeles guardianes.
Toda criatura humana es guardada y vigilada. Nadie queda sin protección, pero el Amor es dinámico y si el ser humano prospera, el Amor prospera… Cuando el ser humano toma la suprema decisión de hacer la voluntad del Padre, desencadena una fuerza arrolladora y magnífica y una pareja de serafines es destinada de inmediato a su custodia y lo acompañará en esta vida y después de la muerte hasta la presencia del Padre … y más allá. Esas deliciosas criaturas son creadas por parejas. Son dos en uno. Dios, al imaginar un ángel, hace realidad una criatura doble… Un solo ángel con dos mentes.
Para aquellos que no han querido o no han podido tomar esa decisión, Ab-bā tiene otros métodos y caminos. El Amor no distingue… Las personas que no tienen la capacidad mental necesaria para tomar tal decisión, son “especialmente” cuidadas por los ángeles.
Los seres humanos nunca seremos ángeles. A medida que progresemos en la carrera hacia el Paraíso nos iremos pareciendo a ellos… Y algún día seremos mucho más que ellos, pues cada ser humano lleva dentro una diminuta fracción , “la chispa divina”, de la esencia del Padre.
Al morir, el ángel guardián —todo luz— acogerá en su interior el alma humana, la transportará y conservará hasta el sublime instante de la resurrección y “la chispa divina” se ocupará de custodiar la memoria (no confundir con la mente física que desaparecerá con el cerebro). Seremos resucitados por los ángeles resucitadores en unas “estancias” especiales. La resurrección consiste en la reunión del alma, la memoria y, por supuesto, “la chispa” que ya caminarán juntas para siempre. Volveremos a la vida, a la verdadera vida, en un mundo distinto que ni siquiera podemos intuir… Ahí comenzamos, ahí arrancamos hacia el Padre.
A veces, por mandato del Padre, un ángel puede convertirse en ser humano. Algunos han bajado y seguirán bajando a este mundo. Aparentemente son seres humanos como los demás. Casi nadie se da cuenta. Suelen ser extraordinariamente generosos y discretos. Llegan en silencio, cumplen su trabajo y se van en silencio...
“La revelación es como la lluvia. En exceso solo trae problemas”.
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