«—Te has quedado sin pétalos. Admite ya que la respuesta es no —le aconsejó su amiga tulipán a la margarita.
—No voy a hacer eso.
—¿Cómo que no? ¡Si ya no te quedan pétalos para arrancarte! Debes quedarte con lo que te dice el último pétalo… Siempre ha sido así… Esas son las reglas.
—Estoy harta de que todo sea siempre así porque siempre ha sido así.
—Pero es que de esta manera funciona todo, por desgracia. No puedes cambiar las cosas tan fácilmente. El destino ha hablado.
—¡Ahí está el error! —negó la margarita con el pistilo—. ¿Por qué siempre dejamos nuestro destino en manos de los demás? Yo soy una margarita, pero lo que haga con lo que soy depende solo de mí. Solo te fijas en mis pétalos, pero no ves mis raíces. Mira mis raíces. No se ven a simple vista, pero también forman parte de mí. No soy solo mis pétalos, y una respuesta negativa no será lo único que me hará decidir si lucho o no. —El tulipán miró hacia abajo y, tras unos segundos, comprendió—. Así que claro que no pienso rendirme. También soy mis raíces. Volveré a formular la pregunta —aseguró la margarita—. Ahora no me quedan pétalos, pero aún me quedan primaveras».
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