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martes, 1 de marzo de 2011

El rico aroma del café


  “Ángel”. Sarah McLachlan.

Una hija se quejaba a su padre de las dificultades que encontraba en su vida. No sabía cómo seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre el fuego. Cuando el agua de las tres ollas estaba hirviendo, en una colocó zanahorias, en otra, huevos y en la última, granos de café.

Las dejó hervir sin pronunciar palabra. Su hija esperó con impaciencia, preguntándose qué pretendía su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las dispuso en un bol. Sacó los huevos y los colocó en un plato. Finalmente, coló el café y lo puso en una taza. Mirando a su hija le dijo:

—¿Qué ves?

—Zanahorias, huevos y café —fue su respuesta.

Le pidió que se acercara y tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Era un huevo duro. Le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente, la hija preguntó:

—¿Qué significa esto, padre?

Él entonces le explicó que los tres elementos habían sufrido la misma adversidad: el agua hirviendo, pero habían reaccionado de forma distinta. La zanahoria estaba dura antes de llegar a la olla, pero después de pasar por el hervor, se había vuelto débil y fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero tras someterse a las altas temperaturas, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de cocerse, habían dado al agua lo mejor de sí mismos.

—Cuando la adversidad llama a tu puerta —preguntó a su hija— ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando el dolor la toca se vuelve débil y pierde su fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, con un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación o un despido te vuelves dura y rígida? Por fuera te ves igual, pero... ¿eres amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecidos? O ¿eres como un grano de café? El café cambia al agua que hierve, al elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen mal, harás que las cosas a tu alrededor mejoren.


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