—¡Buenos días! —dijo el principito.
—¡Buenos días! —respondió el comerciante.
Se trataba de un comerciante de píldoras perfeccionadas que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se sienten ganas de beber.
— ¿Por qué vendes eso? —preguntó el principito.
—Porque con esto se economiza mucho tiempo. Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
—¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos?
—Lo que cada uno quiere...
“Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos para gastarlos en lo que quisiera —pensó el principito— caminaría tranquilamente hacia una fuente”.
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