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lunes, 22 de julio de 2019

Un cocodrilo diferente

Cuento para niños y no tan niños

“¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligatoria para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que desde hace tanto tiempo venimos enseñando?”.
José Saramago. “La flor más grande del mundo”.



Fuente: “Cornelio, el cocodrilo diferente” de Roser Ros.

Hoy os hablaré de alguien muy especial, único en su especie: os hablaré de Cornelio. En cuanto nació ya se vio que Cornelio era diferente. Mientras los otros cocodrilos salían del huevo arrastrándose, Cornelio lo hacía caminando con las patas traseras.

—Pero… ¡fíjate en este! —dijo un cocodrilo.

—¿De dónde habrá salido con esos aires? —preguntó otro cocodrilo.

—¡No es un cocodrilo de verdad! —afirmó un tercer cocodrilo.

Pero Cornelio no hacía caso de las habladurías de la gente. Como le gustaba tanto andar con las patas traseras, muy pronto descubrió cosas que los otros cocodrilos, que solo se arrastraban, ni siquiera habían sospechado nunca.

—¡Eh! Mirad lo que hay allí —dijo Cornelio.

—¿Dónde? —le respondió un cocodrilo.

—Si os pusierais de pie sobre las patas traseras lo veríais. ¡Mirad, mirad! —gritaba emocionado Cornelio —¡Veo los peces por encima!

—¡Y a mí qué? — replicaron todos y cada uno de los cocodrilos.

—¡No os lo podéis perder! ¡Qué espectáculo! —exclamó Cornelio.

—Ya ves… ¡Qué más da por encima o por debajo? ¡Ya basta! — dijo un malhumorado cocodrilo.

Cornelio se cansó de vivir con este grupo de cocodrilos y camina que camina, se encontró con un mono.

—¡Hola, mono! ¿Sabes qué? Yo sé andar con las patas traseras. ¿Qué te parece? —le dijo Cornelio.

—¡Bah! Yo puedo andar muy, muy lejos —le contestó el mono—, sé hacer la vertical apoyando la cabeza en el suelo y puedo colgarme con la cola en la rama de un árbol.

—¡Es fantástico! —le dijo Cornelio emocionado—. ¿Podría aprender yo a hacer estas cosas?

—Por supuesto que sí —le dijo el mono—. Si practicas mucho y con mi ayuda…

Cornelio se aplicó mucho en los ejercicios.

—¡Ánimo muchacho, lo conseguirás! —le animaba el mono.

Y así, llegó el día en que Cornelio se pudo colgar con la cola en la rama de un árbol… y pudo hacer la vertical… y andar muchos, muchos kilómetros. Entonces Cornelio, tras despedirse del mono, decidió volver cerca de los suyos.

—¡Mirad cómo me aguanto con la cabeza! —les mostró Cornelio.

— ¡Qué locura! ¡A qué viene esto ahora? —le dijo un cocodrilo.

—¡Mirad como me cuelgo con la cola en la rama de un árbol! —les mostró Cornelio.

—¡A Cornelio se le han cruzado los cables! —gritaron los demás cocodrilos.

—¡Creía que con el tiempo habríais cambiado un poco! —les dijo Cornelio muy decepcionado— Me vuelvo a las tierras del mono. Allí me divierto más y aprendo muchas cosas nuevas…

Cornelio aún no se había ido, cuando vio a unos cocodrilos intentando andar con las patas traseras y a otros queriendo hacer la vertical. Mientras se alejaba, no pudo disimular una sonrisa… Estaba claro que la vida en el río ya no volvería a ser la misma de antes.


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