En gran parte de Andalucía oriental (Almería, Granada y Jaén), se utiliza, en el habla popular, la palabra “vulanicos” para designar a los vilanos. Se trata de un localismo que unas veces aparece escrito con “v” y otras, en Granada, con “b”. Debido a que los “vulanicos” son llevados por el viento, hay quienes señalan que su nombre procede de “volar” y por su ligereza, supongo, se utiliza la palabra en diminutivo.
Los “vulanicos” son una corona de pelusa y filamentos que rodea las semillas de muchas plantas compuestas y sirven para transportarlas por el aire, permitiendo, así, su diseminación. El vuelo de las semillas genera, en primavera y a principios de verano, “lluvias” de “vulanicos” en campos y ciudades.
Una de las especies más comunes que presenta vistosos vilanos, perfectos voladores, es el diente de león. El conjunto de sus frutos forma una cabeza en forma de globo que se deshace con solo soplar. Una leyenda popular dice que, si al soplar se pide un deseo y se logra soltar todos los vilanos, el deseo se cumplirá.
Para los niños y niñas de mi generación, los “vulanicos” constituían una diversión. Jugábamos a pillarlos suspendidos en el aire, compitiendo para ver quién atrapaba más. Después, pidiendo un deseo, había que soplarlos y observar cómo volaban. Jugábamos, entonces, a pedir lo difícil o lo imposible. Hoy, los livianos “vulanicos” traen a mi mente, suavemente, ilusiones y sueños desvanecidos como la tenue luz del amanecer.
Hoy cumple el blog “Si yo cambio, todo cambia” trece años. En cábala el número trece significa amor eterno. Al contrario de lo que piensa mucha gente, es un número mágico, símbolo de buena suerte, que está relacionado con el renacimiento, la evolución y el cambio a nivel de consciencia como ocurre, por ejemplo, con la transformación del gusano en mariposa. El número trece inspira renovada pasión, motivación, optimismo y progreso.
Las entradas del blog, como los “vulanicos”, tienen un objetivo: volar con el viento, cuanto más lejos mejor. Me gustaría que mis palabras se esparcieran por el aire como los etéreos “vulanicos” cuando se sopla sobre la delicada esfera blanca del diente de león, dispersando, casi por arte de magia, unas semillas voladoras que, acompañadas de íntimos deseos, van a parar donde el viento las lleve. Flotan, suben, bajan y vuelan libremente, a la deriva, con un destino incierto y, como en la parábola del sembrador, caerán junto al camino, en pedregales, entre los espinos o en buena tierra. Que cada entrada llegue a quien tenga que llegar, en el momento adecuado, no es cosa mía...
Un año más...
GRACIAS.
- El mejor regalo(2016)
- Volar, lo que se dice volar...(2017)
- Un encuentro nada casual (2018)
- Mi propósito (2019)
- ¡Despierta y vive! (2020)
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